26 de enero de 2014

Rinat Dassaev y el foso de la Universidad


En 1988, el Sevilla FC se hizo con los servicios de Rinat Dassaev procedente del Spartak de Moscú. Sería el primer jugador soviético que militaría en la Liga Española tras unas complejas negociaciones con el club, el Ministerio de Deportes soviético y el propio Mijail Gorbachov. Hasta entonces, los jugadores del Telón de Acero no podían fichar por equipos españoles. El guardameta ruso contaba con la vitola de ser el mejor portero del mundo por entonces y subcampeón de la Eurocopa de 1988 en la que yacieron ante el indeleble gol de Marco Van Basten. No obstante, el paso de Dassaev por la ciudad hispalense sería recordado por una anécdota, impregnada con tintes de leyenda urbana, muy curiosa.

En su primera temporada en el club (1988/1989), los aficionados hispalenses le concedieron el apodo de Rafaé al pronunciar erróneamente su apellido. Su nombre infundía respeto a todos los rivales, aunque sus actuaciones no terminaban de avalarlo. Debutó ante el Real Madrid de Hugo Sánchez y encajó el primer disparo que recibió. Al año siguiente (1989/1990), fue colocado titular por orden del presidente Luis Cuervas para rentabilizar la astronómica cantidad que el club había desembolsado por él, aunque no convencía al entrenador Vicente Cantatore.

Sí bien el rendimiento de Dassaev en 1991 había bajado considerablemente tras una lesión de rodilla y ya ni el presidente, su gran valedor, confiaba en él. Ni los tres mil aficionados del Sevilla que lo recibieron en el aeropuerto de San Pablo a su llegada motivaron su puesta a tono. Dicho sea de paso, comenzó a extenderse el rumor sobre el gusto del guardamenta soviético por frecuentar los bares de copas hasta altas horas de la madrugada y sus múltiples citas con Monchi, Andrade y Conte en una famosa bodeguita sevillana.

El 8 de julio de 1991, Dassaev ya había finalizado su contrato con el Sevilla y se encontraba negociando con el Oporto. Cuando volvía de una de sus múltiples noches de fiesta, Rinat Dassaev iba conduciendo su Citröen BX, propiedad del club, y se precipitó a una altura de cinco metros al foso que rodea el Rectorado de la Universidad de Sevilla, la antigua sede de la Real Fábrica de Tabacos. El guardarredes sevillista se fracturó el cuarto metacarpiano y sufrió una herida superficial en el párpado izquierdo. Preguntado por la circunstancia de si se encontraba en estado de embriaguez, Dassaev afirmó: No me hicieron la prueba del alcohol y no hablé con ningún policía, así que no sé de dónde ha salido que estaba borracho.

Tal fue el alcance de la estrambótica noticia que se proliferó el rumor de que Dassaev se había caído hasta cuatro veces en el mencionado foso. Lo que sí es cierto es que el subcampeón de la Eurocopa 1988 puso punto y final a su carrera y permaneció en el Sevilla FC como entrenador de porteros. Un triste final para que el fue el mejor portero de la historia de la Unión Soviética tras Lev Yashin.

15 de enero de 2014

Lírica Pachanguera: Capítulo 22


Vuelve la Lírica Pachanguera tras esta dilatada ausencia. La primera crónica de esta temporada trae inevitablemente unas disculpas por mi parte por esta tardanza. Y daré mis razones. Habrá sido mi sexto o séptimo partido en lo que va de temporada y el tercero en Los Salesianos. Una pequeña lesión de rodilla, catarros y unos pequeños dolores me apartaron temporalmente del terreno de juego. Recuperado ya de ellos, me embarco en esta crónica de un partido que me gustó especialmente.

Cinco de la tarde. Volvía rápidamente de la Universidad tras realizar mis menesteres académicos. Llamé a Manolo, Jorge y compañía para avisar de mi demora. Habría dormido unas dos horas e, inexplicablemente, no estaba cansado. Hubiera podido disfrutar de un sueño reparador pero, invadido por la adrenalina que me suponía volver a los terrenos de juego, me vestí de corto y emprendí el camino hacia Los Salesianos.

Entré en el equipo compuesto por Manolo, Jorge, Álvaro Benavides, Víctor y Álvaro. Por otro lado, el equipo rival lo formaban Ismael, Falcao, Javi, Ale Franco y Manolito. En efecto, éramos 11 jugadores en total y tuvimos que jugar 5 vs. 6. Aún así, fue un encuentro equilibrado numéricamente en el que se respiró muy buen ambiente, tono jovial desde el principio, ganas de pasárselo bien, mejorar y disfrutar de la pachanga.

No nos engañemos. La navidad pasa factura. Aunque el nivel físico en general no era el idóneo, todos jugamos relativamente bien, incluso yo. Primer partido después de Reyes, o sea, día para estrenar los regalos con los que Sus Majestades nos obsequiaron. Que se lo digan a Ismael y sus flamantes nuevas botas con las que endosó nada menos que 8 chicharros. Rindió realmente a buen nivel, jugó, hizo jugar y fue un auténtico tormento por la banda derecha y en el juego aéreo.

Otro jugador que sorprendió gratamente fue Ale Franco. En un gran estado de forma, se erigió como mariscal de su equipo, razón por la que es llamado comúnmente Il Muro. Manolo Rueda, enfundado con la elástica de Gerrard, también hizo un gran partido, en el frente ofensivo, dio profundidad al juego y dispuso de muchas ocasiones de gol. El portero Manolito realmente se consagró bajo palos y fue prácticamente infranqueable, mostrando unos reflejos realmente asombrosos, a lo que también contribuyó nuestra poca puntería. Jugó realmente bien Jorge. El de Evangelista se mostró serenado, seguro y firmó un partido bastante aceptable. Sería ideal que siguiera la tónica mostrada.

Javi, amigo de Ismael, nos hizo varios caños a Jorge y a mí, mostró un excelente repertorio técnico y sorprendió con controles a la altura de Zidane. Todo un lujo. Álvaro Benavides participó mucho en el juego colectivo y sacó el balón jugado con efectividad y creatividad. Víctor se postuló como delantero, en el frente ofensivo y también participó en las labores creativas del equipo. Por último, nuestro particular Falcao brilló a un nivel excepcional y, particularmente, creo que fue el mejor jugador del partido. Un partido que fue realmente agradable en el que predominó el afán por divertirse, pasarlo bien y aprender, por encima de los resultados. ¡A seguir así, chicos!

Viernes, 10 de enero de 2014.

8 de enero de 2014

Golazos: Messi contra el Getafe


Fútbol Club Barcelona y Getafe se verán las caras en los octavos de final de la Copa del Rey. El partido de ida disputado en el Camp Nou trae consigo un recuerdo que perdura en la memoria de todos los aficionados al fútbol. Era el 18 de abril de 2007. En la misma competición, un Barça instaurado en la autocomplacencia y en el ocaso de la era Rijkaard recibía al Getafe en el partido de ida de semifinales de la Copa del Rey. La Pulga se sacó de la manga una réplica exacta del segundo gol que Diego Armando Maradona, le marcó a Inglaterra en los cuartos de final del Mundial de México 1986 y considerado unánimemente el mejor gol de todos los tiempos.

Con tan sólo 19 años, un púber Messi enmudeció al mundo con ese gol de semejante belleza, plasticidad, soberbia y calidad. El crack argentino recibió un inocente balón en el centro del campo y, tras zafarse a dos rivales con caño incluido, emprendió una imparable galopada que dejó atrás a cuántos rivales osaron interponerse en su camino, incluso al portero Luis, de forma idéntica a Maradona 21 años atrás en el Azteca.

El estupor se hizo un hueco en las gradas del Camp Nou. Algunos ya vaticinarían el prometedor futuro del astro argentino que emuló al Pelusa. Han pasado casi 7 años y, desde entonces, se han sucedido una avalancha de goles del argentino. No obstante, ninguno de ellos supera la calidad y belleza de semejante tanto. El Fútbol Club Barcelona ganaría aquel encuentro 5-2, con goles de Xavi, Eto'o, Gudjohnsen y otro tanto de Messi. Aún así, el equipo azulgrana sería vapuleado en la vuelta de las semis en el Coliseo Alfonso Pérez por 4-0, lo que significó el declive de la era Rijkaard. El Getafe haría historia y sellaría su pase a la final en la que caería ante el Sevilla por 1-0. Más de un lustro después y en la misma competición, el mejor jugador del mundo vuelve a verse las caras con el mismo equipo contra el que comenzó su leyenda.

2 de enero de 2014

La deuda de Mijatovic con Di Livio


Corría el 20 de mayo de 1998, un día histórico para el fútbol español. Seis años antes, el FC Barcelona se había proclamado campeón de Europa en el mítico estadio londinense de Wembley por primera vez en su casi centenaria historia. En esta ocasión, otro equipo español repetiría tan anhelada gesta. En efecto, el Real Madrid llegaba al Ámsterdam Arena para romper una dilatada maldición que se había prolongado en los últimos 32 años. El equipo blanco tenía una sequía en su competición fetiche que databa de la época de los Gento, Santamaría y Sanchís Sr. Aquella cita con la historia tenía un último escollo: la todopoderosa Juventus de Zidane y Del Piero.

El protagonista de tan memorable noche para el madridismo tendría nombre y apellidos: Pedja Mijatovic. En engominado delantero montenegrino firmaría el antológico gol que llevó la séptima Copa de Europa a las vitrinas del club blanco. El equipo piamontés, campeón de Europa en 1996, había yacido en la final de 1997 ante el Borussia Dortmund y atesoraba una plantilla cargada de estrellas en las que, por encima de todos, brillaba el mago francés Zinedine Zidane junto a Davids, Deschamps, Inzghi y Di Livio. De hecho, el jugador bianconero Angelo Di Livio firmaría una divertida anécdota con Mijatovic.

En una jugada de ataque del Real Madrid por banda izquierda, Roberto Carlos emprende una carrera e intenta realizar una pared con Mijatovic. Di Livio intenta cubrir al jugador balcánico y el héroe de aquella noche cae al césped. Deportivamente, el italiano le da la mano, mientras Mijatovic advierte un resultado escrito en la mano de Di Livio: 1-0. El partido acabaría precisamente 1-0 con gol de Mijatovic. ¿Era Di Livio un pitoniso?

Pedja Mijatovic, héroe en aquella primaveral noche holandesa, saldría del club merengue al año siguiente y recalaría en las filas de la Fiorentina. Curiosamente, Di Livio también abandonaría la disciplina turinesa en 1999 con rumbo al equipo gigliati. Ya como compañeros de equipo, interesado en el resultado que vio escrito en la mano, Mijatovic le preguntaría al volante italiano: ¿Cómo sabías que íbamos a quedar 1-0? La explicación del misterioso tatuaje no sería otra que una prima por un millón de liras italianas que recibirían los jugadores de la Juventus en caso de victoria. Entre bromas, el acreedor Di Livio le diría a Mijatovic que le debía un millón por haber marcado aquella lejana noche el gol que le hizo perder un millón de liras.