16 de julio de 2018

La vieja Francia, el nuevo fútbol


Francia consigue bordar su segunda estrella en el escudo tras imponerse a la sorprendente selección de Croacia por 4-2 en la final de Moscú. Los goles de Mandzukic en propia puerta, Griezmann, Pogba y Mbappé superaron los tantos de Perisic y nuevamente de Mandzukic. Veinte años después de la mítica gesta de la generación de los Zidane, Henry, Desailly y compañía en el Mundial de Francia 1998, la selección bleu vuelve a conquistar el fútbol mundial tras un Campeonato brillante en el que su solvente fútbol no deja lugar a dudas de su merecido galardón.

Hemos logrado lo que no consiguió ni el mismo Napoleón, hemos conquistado Rusia. Así se manifestó el seleccionador galo, Didier Deschamps, tras la victoria en el Luzhnikí de la capital rusa donde ha igualado a Mario Zagallo y Franz Beckenbauer, como tercer hombre en levantar la Copa del Mundo como jugador y director técnico. Un equipo insultantemente joven de 25'5 años de media de edad que, con un fútbol físico, expeditivo, robusto y de contragolpe ha superado escollos para superar a una Croacia que siempre permanecerá en los corazones de los amantes del fútbol.

Porque Rusia 2018 ha sido un Mundial memorable en todos los aspectos. Combinados que partían con la vitola de favoritos como la Argentina de Messi, Portugal de Cristiano Ronaldo, Brasil de Neymar y una España que aunaba experiencia con relevo generacional han perecido para abrir paso a la Croacia de Modric, Bélgica de De Bruyne y una Inglaterra de Kane que no aparecía en las casas de apuestas como candidata a semifinalista y ha conseguido un nada desdeñable cuarto puesto. Un Mundial que ha premiado el talento defensivo y en la medular en torno a jugadores como Varane, Umtiti, Maguire y Vrsaliko para demostrar, como afirman los grandes entrenadores, que los buenos equipos se construyen desde atrás.

Y es que el fútbol ha cambiado. En contra de todo lo que podemos llegar a concebir, no siempre gana el equipo que juega mejor al fútbol, sino el que juega mejor su fútbol. Esta máxima sería el argumento de la anfitriona Rusia tras dejar en la cuneta a una selección española que aspiraba a todo y a la que supo domesticar para someter, atrincherarla en la prórroga, aprovechar sus debilidades y superar desde los fatídicos once metros. Una idea que, con mucho más talento, ha hecho Francia. La sólida pareja de centrales con Umtiti y Varane, escoltada por un seguro bajo palos como Lloris —pese a la cantada ante Mandzukic y que valió el segundo tanto de los croatas— un recuperador de balones y oxigenador de la medular nato como Kanté, un Pogba más discreto pero mucho más eficaz para encontrar espacios con el balón y la explosividad de unos geniales Mbappé y Griezmann que llevan el desgaste físico a límites insospechados han tenido la culpa de que les Bleus se hayan proclamado campeones del mundo. Curiosamente, Olivier Giroud se marcha de Rusia como el nueve de la selección ganadora sin cosechar un sólo gol, un dudoso récord que también conseguiría su compatriotra Stéphane Guivarc'h en 1998.

Atrás quedó el paradigma del tiki-taka que tantos momentos de gloria dio a la Roja y que abdica ante el fútbol de errores. No se trata de ser mejor que el rival, que Francia lo fue de forma justa y merecida, sino de hacer de los fallos del oponente, ventanas de oportunidad de las que generar ocasiones de gol. Como decía el maestro Johan Cruyff: El fútbol es un juego de fallos, por tanto, siempre se puede mejorar. Así se explica la importancia de las jugadas a balón parado como una auténtica bomba de relojería que ha catapultado a los franceses hacia la final de Moscú y a la victoria.

El físico ha sido un detonante fundamental en la conquista francesa de su segundo Campeonato Mundial. Croacia ha batido el récord de ser la primera selección de la historia en superar tres tandas de penaltis y el desgaste de disputar tres prórrogas consecutivas ha hecho mella en el cuadro balcánico. Un equipo erigido al talento de Luka Modric, nombrado mejor futbolista del torneo, y de Iván Rakitic que, en la última gran oportunidad del primero y sorteando la suerte que le había dado la espalda en citas anteriores, ha logrado una más que merecida página dorada en la historia. Como el caso de Mario Mandzukic, en cuya cabeza aún resonaban los ecos de los disparos de las tropas serbobosnias de la guerra de Yugoslavia cuando aún era un niño, y que en base a su tesón y pundonor, ha representado en primera persona el sufrimiento como hizo en la semifinal ante Inglaterra.

Didier Deschamps ha sabido aprender de la derrota de Francia en la final de la Eurocopa de 2016 ante Portugal en Saint-Denis. Polémica fue la decisión de dejar fuera de la convocatoria a Payet, Benzema, Lacazette y Rabiot para adaptarse a los nuevos tiempos del fútbol y optar por un juego de contragolpe que impera en la actualidad, como bien ha ejemplificado el triple triunfo del Real Madrid en las últimas tres ediciones de la Champions League. No es casualidad que la posesión bleu haya sido del 39% y que los goles se hayan producido a balón parado, tras galopantes contraataques o por errores del rival. Su talón de Aquiles quizás haya sido encontrar espacios en la construcción del juego y, sobre todo, el juego sin balón, donde se perciben las más apreciables debilidades de los galos. 

Ha sido un Mundial de descubrimientos, nacimientos y reencuentros como el de la gran estrella Kylian Mbappé y el VAR. Ambos han llegado para quedarse y copar titulares durante la próxima década. El nuevo sistema por vídeo permitirá democratizar el fútbol y arrojar luz sobre las más controvertidas jugadas e injusticias que pueden decidir el futuro de un partido y una competición, así como limitar las simulaciones de los jugadores más tramposos. El jugador del Mónaco recuerda a Thierry Henry, aunque su pegada y potencia evocan a Ronaldo. Precisamente, Tití volvería a cruzarse por el camino de les Bleus, aunque se sentaría en el banquillo contrario y consiguió lo inédito: las medallas de oro, plata y bronce a lo largo de su dilatada carrera.

Francia ha resurgido de sus cenizas con una propuesta futbolística poco entusiasmante y que se desliga del gusto por el trato del balón en detrimento de las jugadas ensayadas. Una selección solvente que ha llegado a la final imponiéndose de forma contundente en la fase de grupos a Perú, Dinamarca y Australia con solvencia, para eliminar en octavos a una Argentina que se lo hizo pasar mal, superar a una correosa Uruguay en cuartos e imponerse a una muy difícil Bélgica. Los chuzos de punta que jarreaban no han aguado la fiesta. El Aux armes citoyens! ha coreado sus acordes en Moscú, Deschamps ha cerrado el ciclo que inició cuando levantó la Copa del Mundo como capitán hace veinte años y el gallo se coloca su segunda estrella.