En una España cafeinada por la agitada actualidad y el endémico paro, parece que el fútbol es lo único capaz de esbozarle una sonrisa al pueblo español. Las elevadas temperaturas estivales pasan inadvertidas con las consignas nacionales y un narcótico ambiente de felicidad nos sumerge en una sensación etérea. Como un ritual sacrosanto, acudo a un local cercano a mi casa para ver la gran final, precisamente el mismo sitio en el que vi la final de Johannesburgo, dos años atrás. Faltan escasos minutos para el comienzo del partido y estoy misteriosamente tranquilo...
De este modo, se abren de par en par las puertas de la final contra Italia, un equipo desconocido pese a habernos encontrado con ellos en nuestro partido inaugural de la Eurocopa. La exhibición de la azurra frente a la todopoderosa Alemania en semifinales, con doblete de Mario Balotelli, dejaba claro que no sería una final fácil, o al menos eso pensábamos todos. Doblegar a Italia con una diferencia abrumadora de goles es una tarea airada y, en absoluto, sencilla. No obstante, los primeros compases de partido colocaban a España como dominadora indiscutible del partido.
Desde el primer momento, la presión de España fue desoxigenando a Italia. A La Roja se le ha acusado durante gran parte de esta Eurocopa la poca profundidad y velocidad impresas en su juego. Estos minutos iniciales desmoronaron, cual castillos de naipes, todas esas habladurías carente de fundamento. De entre los nuestros, emergía un crecido Andrés Iniesta, mejor jugador de la Eurocopa, inmenso que eliminaba a su paso cualquier rastro de jugador italiano. Era como si todos se apartaran para no entorpecer el camino a Don Andrés.
Y de esta guisa, la primera ocasión del partido fue protagonizada por Xavi Hernández que conectó un potente disparo que superó el travesaño de Gianluigi Buffon. El de Tarrasa ha encontrado su sitio en la final, tras una Eurocopa en la que, no exento de peligro y calidad, no ha brillado en comparación al Mundial y Eurocopa anteriores. Precisamente, de las botas de Xavi salió el primero de la noche. Pase para Cesc, que aguanta el balón en la línea de fondo para sacarse de la manga un inverosímil centro que encuentra a David Silva que cabecea al fondo de las mallas.
Italia no encontraría su sitio en el campo. La superioridad futbolística entre líneas de España y el despliegue de calidad de La Roja encerraba a Italia en su campo. Por su parte, las pocas ocasiones de las que dispuso la azurra serían mermadas por un enorme Íker Casillas, nuestro Santo, que solventaba con facilidad las amenazas a su portería. Las líneas de juego de Italia distaban mucho entre sí. Un Pirlo desaparecido en combate ejercía una preocupante desconexión con la delantera formada por Cassano, más atrasado y escorado en banda, con Balotelli.
El comienzo de partido para Italia no pudo ser mas nefasto. Chiellini abandonó el terreno de juego por lesión y, en su lugar, ingresó Balzaretti mientras el juego de los transalpinos seguía haciendo aguas. La final tenía un ritmo pausado y relajado. Los espacios en el centro del campo se ensancharían para permitir a España practicar su juego combinativo que arrollaría a Italia, sometíéndolos a un rondo del que no saldría victorioso. Dada la presión asfixiante de España, las líneas defensivas de la azurra permanecían muy atoradas. Xavi presionaría con frecuencia a Pirlo, situado entre los dos centrales Bonucci y Barzagli, para atormentar la salida de balón de los italianos. Esto obligaría a Abate, lateral derecho, estar mucho más activo por banda.
En el ecuador de la primera parte, Italia tendría sus más peligrosas actuaciones, casi todas ellas derivadas de acciones de Pirlo. Sin embargo, un rombo formado por Xabi Alonso, Busquets, Iniesta y Xavi encontraría a un emergente Jordi Alba y Cesc Fàbregas que sembrarían la impotencia en el seno de Italia. Arrebatarle el balón a La Roja se había convertido en misión imposible. En una de estas, a las puertas del descanso, una acción de Jordi Alba, flamante nuevo fichaje del Barça y revalorizado tras la Eurocopa, encontró a Xavi Hernández que se sirvió de un sutil y preciso pase en profundidad entre líneas que dejaba a Alba solo ante Buffon. No se lo pensó dos veces. Era el minuto psicológico. Golazo de España. Prácticamente, era la sentencia que dejaba a Italia con pocas posibilidades de acariciar la plateada ánfora europea.
En la segunda parte, entrarían otros estandartes fundamentales en la selección. El cambio más evidente era el de Fernando Torres por Cesc Fàbregas. También entraron Pedro por Silva y Juan Mata por Iniesta. Xavi declaró recientemente que no había sido determinante durante esta Eurocopa pero no dijo nada sobre la final. En efecto, de sus botas salió el tercero de la noche, obra de Fernando Torres. El Niño es el primer jugador que marca en dos finales consecutivas y rubrica una temporada en la que también ganó la Champions con el Chelsea. Era la realidad. En el Olímpico de Kiev había sucedido una desgracia futbolística para Italia que sería aderezada con otro gol, esta vez, de Mata a pase de Torres tras una jugada iniciada por Sergio Busquets. La segunda parte se sucedió con un arrebatador juego de España en el que perecería Italia. Las críticas a esta filosofía innegociable han caído secas como la hojarasca. Es el estilo que domina el fútbol mundial y verter opiniones críticas sobre ello es reconocer el poco criterio futbolístico. También fue una noche de récords. España logra un triplete que nadie ha conseguido en la historia del fútbol, gana dos Eurocopas consecutivas que tampoco nadie hizo jamás, empata con Alemania como selección con más entorchados (3 en total: 1964, 2008 y 2012) y, por si fuera poco, Vicente del Bosque iguala a Helmut Schon como únicos técnicos que han ganado Mundial y Eurocopa. Soprendente.
España vapuleó a la azurra en una mágica noche en Kiev que los italianos tardarán muchos años en olvidar. Esta victoria supone la devastadora tercera parte de una inédita trilogía que ya forma parte de la historia. El pitido final del colegiado portugués Proença supuso el inicio de una fiesta a la que ya estamos felizmente acostumbrados. Por otro lado, no cabe duda de que este equipo conserva unos valores humanos trascendentales. Fueron especialmente emotivos los gestos de Pepe Reina y de Cesc Fàbregas que se enfundaron en camisetas memoriales con los nombres de Antonio Puerta, Dani Jarque y los más recientemente fallecidos Manolo Preciado y Miki Roqué. Esta victoria va dedicada a ellos que a buen seguro han presenciado a España consagrarse como un equipo eterno. La Roja ya tiene un puesto en la leyenda inmortal en el firmamento futbolístico. Es un honor que el fútbol le dibuje una sonrisa a un pueblo oprimido y preocupado como el nuestro. No había dos sin tres. Nos vemos en Brasil 2014. ¡La saga continúa!
España superó en un cómodo encuentro a Italia por 4-0 con goles de Silva, Alba, Torres y Mata. Supone el triunfo de una filosofía y de una generación de jugadores únicos.
¡Gracias por todo, campeones!
Lo malo de estas victorias es que ya hay quien piensa en las victorias en próximos mundiales y eurocopas. Entonces, las derrotas serán peores de digerir. http://unblogpersonaljma.blogspot.com.es/
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