4 de junio de 2020

Cuando el Sevilla le puso un detective a Maradona


Mucho se ha hablado de la andadura de Diego Armando Maradona en el Sevilla Fútbol Club. El astro argentino llegó a la capital hispalense en un año clave: 1992. La celebración de la Exposición Universal no eclipsó el fichaje del que había sido el mejor jugador del mundo durante los últimos seis años. Y así fue. Los setecientos millones de pesetas que el club de Nervión desembolsó por el Pelusa trajeron ocho meses de infarto. Los aeropuertos abarrotados, las giras por toda Europa y fiestas a doquier sólo fueron el comienzo. Sin embargo, el final de esta historia que no fue idílico.

Maradona aterrizó en Sevilla avalado por el entonces técnico, Carlos Bilardo. Ambos coincidieron en la selección de Argentina en el Mundial de México 1986, donde la Albiceleste se coronó campeona. Los primeros meses serían un camino de rosas. El Sevilla registró el mayor número de abonados de su historia y el Pelusa se convirtió en un auténtico fenómeno de masas, con permiso de Curro. Pero todo se deterioraría pocos meses después. Maradona viajó a un encuentro internacional y su rendimiento con el Sevilla bajó considerablemente. Y el divorcio con la afición tampoco tardó en fraguarse.

El punto de máxima tensión no tardaría en llegar. Maradona no acudió a un entrenamiento, tras haber aparecido la noche anterior en un programa de televisión. Los directivos trataron de ponerse en contacto con el jugador, sin lograr muchos resultados. Su estado físico tampoco acompañaba y todos se impacientaban. De hecho, el club comenzó a considerar que su inversión y salario no se reflejaban con su actuación en el césped. Tanto fue así que el Sevilla se vio obligado a contratar a un detective privado para que realizara un informe sobre la conducta extradeportiva del jugador

La prensa de la época tuvo acceso a los datos aportados por el investigador, en el que también aparecían otros futbolistas del Sevilla. En él, se incluía un amplio material fotográfico y más de cien folios que dejaban constancia de la agitada vida nocturna del Pelusa. Al final, todo se saldaría en una negociación donde jugador y club pactaron liquidar su último salario. Ambas partes se desvincularon amistosamente, después de que este perdonara parte de la ficha restante que le quedaba pendiente con el club. Una relación que postulaba a ser prometedora y que terminaría deteriorándose con la mala vida y los excesos.


Fuente: Informe Robinson, El País y El Desmarque.