11 de julio de 2020

Diez años con la estrella, diez años de Mis peloteros favoritos


Se trata de algo obligado. Así empecé a escribir la primera entrada en Mis peloteros favoritos hace diez años. Y es que lo era, al igual que hoy. España se coronaba campeona del mundo por primera vez en su historia y la ocasión lo merecía. Hoy, una década después y con una mochila cargada de recuerdos y vivencias, vengo a recordar qué supuso aquel mes mágico en Sudáfrica que nos cambiaría para siempre.

A nivel personal, el Mundial de 2010 supuso el inicio de una aventura que me acompaña desde entonces: contar historias. Y el fútbol es un escenario sin parangón para ello. Estaba a punto de emprender una travesía en la que vadear mi propio destino. Diez años han transcurrido desde que Mis peloteros favoritos abriera sus puertas con motivo de la efeméride del triunfo de España en el Mundial de Sudáfrica 2010. Han sido dos lustros de infarto, alegrías, decepciones y cambios que, sin duda, han contribuido para ser lo que somos hoy. En el fútbol y en la vida. Porque todo viaje siempre es la vuelta al punto de partida.

Igual las generaciones más jóvenes no lo recuerdan, pero no hace tanto tiempo, hablar de la selección española era sinónimo de decepción. La entonces denominada La Furia por la prensa, nos ilusionaba cada dos veranos para terminar haciendo las maletas una semana después. Los manidos Jugamos como nunca, perdimos como siempre hacían mella, mientras caíamos en los temidos cuartos de final —a veces, incluso antes— ante selecciones con las que no nos atrevíamos ni a compararnos.

Todo cambió en 2008. Luis Aragonés imprimió el tiki-taka en una generación prometedora capitaneada por Andrés Iniesta, Xavi Hernández, Íker Casillas, Sergio Ramos, Fernando Torres y David Villa entre otros. Aquella ánfora lograda en Viena fue un chute de moral sin precedentes. Tras aquella gloriosa gesta, el banquillo en la ya rebautizada Roja cambió de inquilino. Vicente del Bosque se hizo cargo del combinado nacional para abordar la conquista de Sudáfrica. Sin embargo, el camino no fue nada fácil.

El tropiezo ante Suiza en el partido inaugural, sembró las dudas entre la afición. Un debut nada halagüeño en un partido muy táctico donde el nerviosismo nos estrelló de bruces ante el entramado defensivo de los helvéticos. La tensión estaba servida. España superaría la fase de grupos, con los nervios de corbata y en octavos eliminaría a la Portugal de Cristiano Ronaldo en un partido de infarto y gracias a la carambola de David Villa. El siguiente escollo estaba servido. Llegaban los cuartos de final.

Una fase superada con éxito dos años antes contra Italia en Viena desde los once metros, pero que encarábamos con mucho respeto. Algunos fantasmas nos acechaban desde la cal y el Dios del fútbol lanzaba los dados de nuestro destino. España derrotó a la férrea Paraguay y enfiló el camino a semifinales donde nos esperaba la siempre poderosa Alemania. Esta vez sería el testarazo de Carles Puyol quien nos clasificaba, por primera vez en la historia, a la final de un Mundial.

Siempre habíamos fantaseado mientras veíamos a otras selecciones levantar la Copa del Mundo. Parecía algo reservado para unos cuantos privilegiados, una fiesta a la que nadie había tenido la deferencia de invitarnos.No lo sabíamos, pero estábamos en las puertas de la gloria. Un mago manchego en una prórroga interminable mandó al fondo de las mallas todos nuestros complejos. Y el resto ya lo conocemos. Tras una prórroga de infarto, el gol de Andrés Iniesta nos bordó para siempre la estrella en el pecho. España se había convertido, al igual que quien escribía estas líneas, en mayor de edad.

Fue entonces cuando una batería de flashbacks se reprodujo ante nosotros como la precuela de nuestras vidas. En ella salía Cardeñosa fallar ante Brasil con el portero vencido, Arconada hundido en París tras el gol pejiguero de Platini, Luis Enrique llorar ante la impotencia mientras su nariz emanaba sangre y Julio Salinas tropezarse ante Pagliuca. También vinieron a nuestra mente las imágenes de Hierro y Nadal errar ante Seaman en Wembley, Oliseh amargar la existencia a Zubizarreta en Francia '98 y Raúl enviar a las nubes la esperanzas españolas ante Barthez. Y con más rabia, recordamos a un egipcio robarnos lo legítimo en Corea, Nuno Gomes fusilar a Casillas y Zidane jubilándonos en Alemania 2006.

Pero ya han pasado diez años desde entonces. El tiempo ha seguido su ciclo inescrutable y todo ha cambiado desde entonces. Aquella generación ya forma parte de una Historia no tan lejana y los nuevos pupilos sueñan con emular la gesta de sus antecesores. Hazañas que seguiremos contando en Mis peloteros favoritos. Sólo puedo darte las gracias por leerme todos estos años. Espero, querido lector, verte por aquí dentro de otra década celebrando el vigésimo aniversario de nuestro logro más importante. Quizá, para entonces, ya hayamos conseguido la segunda. Pero, como en la vida, nunca habrá otra como la primera. Porque parafraseando al gran Andrés Montes: La vida, sin fútbol, sería un poco menos maravillosa.