19 de mayo de 2013

La broma de Balotelli a los juveniles del Manchester City


Si en los últimos tiempos hay un jugador que no pasa indiferente por sus excentricidades, ése es Mario Balotelli. El italiano no acapara el protagonismo por la indiscutible calidad que atesora, sino por sus frívolas actuaciones fuera de los terrenos de juego. Estas acciones, que a veces rozan el marco de la ilegalidad, han eclipsado el talento del internacional italiano y han pasado a ocupar las primeras páginas de los rotativos nacionales de los países en cuyos equipos ha jugado. Quemar su casa con fuegos artificiales o ir a un streaptease antes de un partido forman parte de su gran historial de anécdotas.

Tras ganar la Champions con el Inter de Mourinho en 2010, Mario Balotelli se sumó al pretencioso proyecto del Manchester City. En el equipo inglés, el díscolo ariete firmó uno de sus incidentes extradeportivos más sonados en marzo de 2011 y The People se hizo eco de la estrambótica noticia en la que Balotelli ponía a prueba su puntería pero de un modo algo distinto a cómo lo haría un jugador profesional. No ponía a prueba sus disparos hacia la portería, ni medía la precisión de sus centros o pases. El entonces jugador del City afinaba su puntería de un modo muy particular.

Una mañana como otra cualquiera, Mario Balotelli se encontraba aburrido en la siempre acogedora ciudad de Manchester. A fin de saciar su hastío, cogió su coche de varios ceros en dirección a la zona deportiva de su club entonces, el City, donde se encontraban los juveniles del club en una sesión matutina de entrenamiento. Una vez allí, Balotelli se subió a un primer piso y empezó a tirar dardos a los canteranos del equipo inglés para mejorar, de este bizarro modo, su puntería aunque no fuera con los pies.

A pesar de la gravedad y trascendencia del asunto, su club no tardó en salir en defensa del jugador a través de un comunicado: El Manchester City tratará el tema internamente, pero estamos convencidos de que Mario no trató de dañar a nadie. Afortunadamente, así fue como ocurrió y no hubo que lamentar daños personales en nadie. Este hecho no cayó en saco roto y, una vez llegó a oídos del seleccionador italiano Prendelli, a punto estuvo de costarle la internacionalidad con la azurra.

Esta no era la primera vez en la que Mario Balotelli desataba la polémica. Semanas antes, en un partido de Europa League se autoexpulsó tras inferirle una escalofriante patada a un adversario, dejó a su novia en directo a través de un programa de televisión y en diciembre de 2010 pronunció una frase, atrevida, petulante y no exenta de sentido del humor: Sólo hay un jugador un poco mejor que yo y se llama Leo Messi.

3 de mayo de 2013

Equipos históricos: Francia 2000


Con la entrada del nuevo milenio, Francia, primera en el ránking FIFA y campeona del mundo, buscaba conseguir el cetro de Campeón de Europa y reivindicar, así, una generación dorada para el fútbol francés. El reto en esta ocasión era rememorar viejas tardes parisinas de 1984. De este modo, la selección francesa acudió a la Eurocopa de Bélgica y Holanda en el año 2000 con un nuevo seleccionador, Roger Lemerre, que sustituía al técnico campeón del mundo, Aimé Jacquet. Una versión mejorada del equipo campeón del mundo dos años antes tenía la misión de entrar en la historia. Y bien que lo hizo...

Dicho esto, Les Bleus se convertirían en el primer equipo de la historia en ganar un Mundial y una Eurocopa de forma consecutiva. Ya lo haría Alemania en orden inverso. La Mannschaft de Franz Beckenbauer y Gerd Müller se adjudicaría la Eurocopa de Bélgica 1972 y el Mundial de Alemania 1974, quedándose a la puertas de firmar el triplete al perder la final de la Eurocopa de Yugolavia 1976 con el inenarrable gol de Panenka. La gesta de Francia sería, primero, igualada por España al ganar la Eurocopa de Austria y Suiza 2008 y el Mundial de Sudáfrica 2010 (en orden inverso a Francia, curiosamente diez años después) y, luego, superada tras la consecución de la Eurocopa de Polonia y Ucrania 2012.

Por primera vez en la historia, se celebraría un torneo internacional en dos países simultáneamente. Así pues, para analizar este campeonato hay que hacer referencia necesariamente al factor suerte. En el fútbol existe un aforismo según el cual la suerte juega el 50% del partido. En esta Eurocopa se excedió ese porcentaje. Francia solventó muchas de sus eliminatorias mediante goles de oro, penaltis y goles contra la bocina. De hecho, en el último partido de la fase de clasificación, un empate entre Rusia y Ucrania, encuadradas en su mismo grupo, dejaba fuera a la campeona del mundo. Sin embargo, un agónico gol de Shevchenko salvó a Francia de jugar una hipotética repesca ante Eslovenia. Sería el preludio que la fortuna esbozó para Francia en la Eurocopa.


Los pupilos de Lemerre ganarían a Dinamarca en el partido inaugural con goles de Thierry Henry, Laurent Blanc y de una cara nueva en el equipo: Sylvain Wiltord. El segundo partido de Francia sería nada menos que contra la subcampeona de Europa, la República Checa, verdugo de Les Bleus en la Eurocopa anterior, que había perdido la final del torneo europeo cuatro años atrás en Wembley ante Alemania. Aunque en este partido Francia pecó de un exceso de verticalidad, nuevamente Henry y Youri Djorkaeff marcaron frente al solitario gol de Poborsky. Sin embargo, los franceses pasaron a cuartos de final tras perder por dos goles a tres con la potente Holanda tras una épica remontada de los tulipanes con un golazo incluido de Frank de Boer. Tití Henry volvió a mojar por tercer partido consecutivo.

Llegaron los cuartos y, con ellos, la suerte volvió a jugar del lado de Francia. Partido ante España como ya ocurriera en la final de París 1984. Esta vez no estaba Platini ni la desdichada parada de Arconada pero sí un tal Zinedine Zidane que colocó un preciso lanzamiento de falta en la escuadra defendida por Santiago Cañizares. Una acomplejada y no exenta de talento individual selección española consiguió empatar por mediación de un penalti transformado por Gaizka Mendieta. La rutilante estrella del partido fue un majestuoso Zidane. No obstante, los sueños de España se harían añicos tras el gol anotado minutos después por Djorkaeff. En el último minuto, Raúl mandaba al cielo de Brujas todas las esperanzas de los españoles y Francia se clasificaba a semifinales, en las que el factor suerte volvería a hacer acto de presencia.

Les Bleus de 2000 se mostraron como un equipo más maduro que en el Mundial. Salieron jugadores con poco nivel como Guivarc'h o Diomede y se erigió como un equipo más ordenado, con un Thierry Henry explosivo y un Zinedine Zidane mucho más sofisticado que años anteriores. De hecho, el marsellés fue designado mejor jugador del certamen. Francia permaneció fiel a su estilo basado en el desgaste físico y en la fortaleza, decorado por los vestigios del rompedor Fútbol Champagne que databa de la época de Platini. El equipo se presentó más serio, su fútbol había mejorado y, gracias al ya más experimentado talento de Henry y Trezeguet, se pulió uno de los puntos débiles de la selección: la delantera.


Francia tenía una sólida y expeditiva defensa formada por Thuram, Blanc, Desailly y Lizarazu. Un inexpugnable centro del campo comandado por Deschamps y Vieira brillaba por su elasticidad, capacidad de recuperar balones e iniciar la transición defensa-ataque. La delantera era aderezada por las genialidades de Djorkaeff, Henry y, cómo no, Zidane. La velocidad y buen manejo del balón en la mediapunta de Zizou y de Djorkaeff proveían de suculentas ocasiones a Henry en la delantera o a un inspirado David Trezeguet.

Francia volvía a ser semifinalista de una Eurocopa y eso de ser solamente uno de los cuatro mejores equipos de Europa no entraba en sus planes. En esta ocasión, el combinado francés tenía delante una prueba de fuego frente a uno de los mejores equipos del torneo. Portugal era uno de los cocos del torneo, había ganado todos los partidos de la Euro, le avalaba un fútbol muy alegre y contaba en su plantilla con jugadores como Luis Figo, Rui Costa, Costinha y Nuno Gomes. Como ya ocurriera en la Eurocopa 1984, Francia y Portugal volvían a ser las protagonistas de las semifinales del Campeonato de Europa en un encuentro que, análogamente, también se solventaría en la prórroga.

La selección lusa se adelantó en el marcador por medio de Nuno Gomes. Sin embargo, la joven veteranía de Thierry Henry empató el encuentro por medio de un tiro colocado a la cepa del poste. Así se llegó a la prórroga con un ya extinto formato de gol de oro. Francia se vería las caras con esta discutible forma de decidir la victoria por primera vez en la Eurocopa. El defensa portugués Abel Xavier provocó un penalti que Zidane, quien había dado una lección celestial de fútbol, materializó y clasificó a Francia para su segunda final de una Eurocopa, la segunda final en tan sólo dos años.


Tras el agotamiento físico producido por una semifinal tan larga, Francia llegaba a la final de Rótterdam ante la siempre poderosa Italia. La final fue concebida como un choque entre dos estilos muy similares: Italia, paradigma del conservador catenaccio, se medía ante Francia que, pese a que se había asentado en un fútbol físico, conservaba los galones del buen trato de balón y juego vistoso. Fue un partido abierto desde el principio, en el que ambos equipos se lanzaron a la búsqueda impasible del gol. Francia tuvo problemas para mover el balón, dada la asfixiante presión italiana. Los azurri, por su parte, lo tenían fácil para llegar a la portería de Barthez. Zidane, desaparecido en la primera parte, entró en juego durante el transcurso de la segunda. La genialidad del mago marsellés encontraba a un pletórico Thierry Henry.

Los transalpinos, con su singular y pragmático estilo de juego, contaban con delanteros infalibres como Alessandro del Piero o Inzaghi y se adelantaron gracias a Delvechio. Francia estaba desconcertada mientras los minutos se iban sucediendo. El partido estaba muy igualado e Italia ya preparaba los prolegómeros de la celebración. En la recta final, Barthez lanzó un balón largo a la desesperada que Trezeguet, hijo de inmigrantes argentinos, rechazaría mientras Cannavaro sólo podía mirar. El cuero le llegó a un advenedizo Wiltord que efectuaría un potente disparo raso que se metería en la meta defendida por Francesco Toldo, héroe en semifinales ante Holanda. Era el último minuto y, de nuevo, la prórroga acechaba por el retrovisor.

Aunque Italia le estaba poniéndole las cosas muy difíciles a Francia, la prórroga estaba condicionada. En una acción de despiste de los italianos, cuyos esquemas estaban rotos, un balón servido desde la banda derecha a servicio de Robert Pires le llegó a David Trezéguet, que jugaba en la Juventus, para sorprender con un potente lanzamiento de volea que hundió a Francesco Toldo. Era el gol de oro que, al igual que en las semifinales ante Portugal, lo decidía todo. La selección francesa era campeona de Europa por segunda vez en su historia, lo que supuso la culminación al éxito tras el título de campeones del mundo. Fue un partido que demostró que en fútbol muchas veces las victorias las deciden los pequeños detalles y por el factor suerte. Los hombres del mítico Dino Zoff, taciturnos y cabizbajos, perdieron la Eurocopa en un par de minutos, en un advenimiento de la final de la Liga de Campeones del Camp Nou entre Manchester United y Bayern de Múnich un año antes.


Italia hizo mejor final que Francia pero, en general, les Bleus fueron mejores durante todo el campeonato de Europa. El fútbol, además de un espectáculo, es un juego y existen momentos en los que no es posible ofrecer un circo. La supremacía gala fue avalada en el viejo continente con la agónica final de Rotterdam, una victoria que sentó las bases del paradigma futbolísitico existente erigido en torno al fútbol físico. Francia nunca perdió la confianza en su juego en los partidos de la Eurocopa que disputó, incluso cuando el resultado era adverso. Italia, que encajó dos goles en el torneo antes de la final, perdió mediante otros dos tantos, uno en el descuento y otro en la prórroga.

Sin lugar a dudas, la figura del torneo fue Zinedine Zidane. El mago de la Juventus se echó el equipo a la espalda y brilló cual galaxia lejana en el equipo nacional que era bastante mejor que el de Aimé Jacquet. Zizou partía desde de la banda, conduciendo el balón hasta los tres cuartos de cancha, rodeado de un aura etérea que protegía el balón de los vanos intentos rivales por arrebatárselo. Delanteros que dieron el gran salto en el Mundial de 1998 como Henry y Trezeguet se consagraron en este torneo en el que ya eran más maduros. Tití por ser el máximo goleador de la selección y Trezegol por el tanto decisivo que llevó la copa a las vitrinas galas. Darían mucho que hablar en los años sucesivos y se convertirían en dos de los arietes más cotizados en Europa. Tras la victoria, Blanc y Barthez se dirigieron a la zona donde se concentraban los aficionados bleus para reeditar el ya clásico beso en la cabeza. Sería la última vez. Este partido sería el colofón para Blanc y Deschamps que se retiraban de la selección tras una fructífera etapa.

Tras la gran generación de Michel Platini que ganó la Eurocopa en 1984 en París, ésta, liderada por Zinedine Zidane, demostró que la selección francesa también podía ganar un gran torneo fuera de casa. Con la consumación del varapalo del Mundial 2002, el memorable ciclo se cerraría en la final del Mundial de Alemania 2006, tras el cabezazo que Zidane le propinó a Materazzi, en el último partido de Zizou como profesional. Fue una solemne victoria que no se podría haber narrado sin la magia de un equipo de corte defensivo pero muy depurado técnicamente. Un equipo histórico es la esencia de un jugador inigualable. Esa vez, ese jugador era francés y se llamaba Zinedine Zidane.


Comandados por el mediáticamente vilipendiado técnico Roger Lemerre, Francia se proclamó campeona de la Eurocopa 2000 con la misma base de jugadores que en el Mundial 1998, aunque con ciertos cambios.

Porteros: Bernard Lama (París Saint-Germain), Fabien Barthez (AS Mónaco) y Ulrich Ramé (Girondins de Burdeos).

Defensas: Vincent Candela (AS Roma), Bixente Lizarazu (Bayern de Múnich), Laurent Blanc (Inter de Milán), Marcel Desailly (Chelsea), Lilian Thuram (Parma FC) y Frank Leboeuf (Chelsea).

Centrocampistas: Patrick Vieira (Arsenal), Youri Djorkaeff (Kaiserslautern), Didier Deschamps (Chelsea), Zinedine Zidane (Juventus), Robert Pirés (Olympique de Marsella), Johan Micoud (Girondins de Burdeos), Emmanuel Petit (Arsenal) y Christian Karembeu (Real Madrid).

Delanteros: Nicolás Anelka (Real Madrid), Thierry Henry (Arsenal), Sylvain Wiltord (Girondins de Burdeos), David Trezeguet (Juventus) y Christophe Dugarry (Olympique de Marsella).


Ficha técnica de la final

Francia 2-1 Italia. Goles: (0-1) Delvecchio 56', (1-1) Wiltord 93', Trezeguet 13' de la prórroga. 

Francia: Barthez; Thuram, Blanc, Desailly, Lizarazu (Pirés 86'); Deschamps, Vieira, Djorkaeff (Trezeguet 76'), Zidane, Dugarry (Wiltord 58'); Henry. Entrenador: Roger Lemerre (FRA).

Italia: Toldo; Cannavaro, Nesta, Iuliano, Maldini; Pessotto, Albertini, Di Biagio (Ambrosini 65'), Fiore (Del Piero 53'); Delvecchio (Montella 86'), Totti. Entrenador: Dino Zoff (ITA).

Árbitro: Anders Frisk (SUE).

Incidencias: Final de la Eurocopa de Bélgica y Holanda disputada en el estadio De Kuip en Rótterdam el 2 de julio de 2000 ante 48.000 espectadores.


Fuente: Mundo Deportivo.