3 de octubre de 2013

Golazos: la volea de Zidane


Hay jugadas reservadas para los genios que perdurarán en el recuerdo. Momentos de tal belleza e importancia que tienen lugar en un lapso de segundo y perviven para toda la historia. Son instantes a la altura de los genios, de aquellos tocados por la mano del Dios del Fútbol. Uno de esos inmortales momentos tuvo lugar el 15 de mayo de 2002 en el estadio Hampden Park de Glasgow y tuvo como protagonista a Zinedine Zidane.

El Real Madrid, inmerso en su primera etapa galáctica, tenía la presión de demostrar en el terreno la astronómica cantidad de dinero que el verano anterior desembolsó por Zidane. Era el año del centenario del club merengue y, desahuciado de los primeros puestos de Liga, tuvo que presenciar como el Deportivo de La Coruña les doblegó en el Santiago Bernabéu en la final de Copa del Rey precisamente el día del centenario madridista. La Champions era la única opción de hacer algo importante en una histórica temporada.

Tras superar al Barça en semifinales, el Real Madrid se clasificaba para la final de la Copa de Europa en Glasgow. La Novena de los blancos les resarciría de la dolorosa derrota en la final de Copa. Al frente, estaba el Bayer Leverkusen de Michael Ballack, Schneider, Butt y Lúcio. A priori, un rival menor pero la historia demuestra que en una final continental no hay favoritos. 

Partido recordado por las heroicas paradas in extremis del ahora denostado Íker Casillas, el Real Madrid se adelantaría por medio de un gol de pillo de Raúl. A saque de banda de Roberto Carlos, el 7 blanco estrenaría el marcador del feudo escocés ante el júbilo de todo el madridismo. En una jugada posterior, Lúcio, defensa muy experimentado del fútbol brasileño y que luego pasaría por Bayern de Múnich e Inter de Milán, conseguía las tablas gracias a un preciso testarazo. Con empate a un gol, el partido llegaba al descanso o, al menos, eso parecía...

Borde del descanso. Santiago Solari comienza una jugada con más suerte que clase. Un balón bombeado por el costado izquierdo encuentra a Roberto Carlos que se zafa de su marcador y emprende una inalcanzable carrera. El lateral brasileño centra el balón mordido que gana altura y potencia hasta llegar a la frontal del área. El servicio de Roberto Carlos realmente va mal dirigido pero a veces la excelencia no se consigue siguiendo unas normas estrictas. En el balcón del área, la pelota encuentra a Zinedine Zidane que, con su pierna izquierda, engancha una volea tan plástica, armónica, potente y bella que deja estupefactos a todos los asistentes al estadio mientras se cuela por la escuadra de Butt. Un gol considerado por muchos, el mejor tanto que jamás se ha marcado en una final de Champions. Por importancia y belleza, un gol irrepetible.

Incrédulos por haber contemplado un tanto de semejante belleza, los jugadores emprendieron camino al túnel de vestuarios. El partido siguió sin goles, gracias en gran medida a las intervenciones de Íker Casillas que ocupó la portería en sustitución de César, lesionado. Llegado el partido a su fin, el Real Madrid ganó su Novena Copa de Europa, la última hasta la fecha.