16 de septiembre de 2012

Jugadores históricos: Marcel Desailly


Según los estudiosos de la materia futbolística, Los buenos equipos se construyen desde atrás hacia adelante. Así se concibe el deporte rey como un edificio, es decir, de nada sirve tener una estructura avanzada y rompedora si fallan los cimientos. Tampoco es complicado oír a estas personalidades aforismos del tipo: Los buenos delanteros ganan partidos; los buenos defensores logran campeonatos. En cualquier caso, no cabe la menor duda de que Marcel Desailly engloba a la perfección todas esas afirmaciones...

Nacido como Odenke Abbey en Ghana el 7 de septiembre de 1968, fue adoptado por un diplomático francés a la edad de 4 años que se casó con su madre. Dejó la precariedad del continente africano para rehacer su vida en Europa. Se formó en las categorías inferiores del Nantes, club en el que ingresó con 12 años. Sería en la tierra del Loira donde Marcel Desailly conocería a las dos personas más importantes en su carrera deportiva: el entrenador Jean-Claude Suaudeau y Didier Deschamps, que lo acompañaría durante prácticamente toda su vida en la cúspide del fútbol europeo y mundial.

Uno de los aspectos más importantes en la progresión personal del francés sería la condición física. A partir de la temporada 1991/1992, Desailly comenzó a ganar musculatura a fin de consagrarse en el eje de la medular del Nantes. De este modo, sus números con los canarios alcanzan los 162 encuentros oficiales en los que anotó 5 goles. Con semejante carta de presentación, el incipiente talento de Desailly llegó a oídos del Olympique de Marsella, pese a que su célebre presidente, Bernard Tapie, y su entrenador Raymond Goethals le espetaron textualmente: No le llegas ni a la suela de los zapatos a Carlos Mozer, mítico defensa brasileño del Marsella.


No obstante, Desailly se constituyó en una retaguardia de lujo para Les Phocéens. Acompañado en el eje central por Basile Boli, estaba resguardado en banda por Éric di Meco y Jocelyn Angloma, laterales puramente de contención. Su primera temporada en el club marsellés se saldaría con la victoria en la recién estrenada en formato, Liga de Campeones. el 26 de mayo de 1993 en el mítico Olímpico de Múnich. El Olympique de Marsella ganaba su primera y única Copa de Europa ante el Milan de Maldini y un desactivado Van Basten, precisamente con un antológico gol de Basile Boli. Sería la última Copa de Europa hasta la fecha de un equipo francés...

En la capital lombarda, la actuación de Marcel Desailly no pasó inadvertida. La veteranía de Frank Rijkaard era algo evidente y los problemas económicos del Olympique catapultaron su venta al Milán en el verano de 1993. El rocoso defensor francés debutó en el Calcio el 21 de noviembre de 1993 ante el Nápoles. Enseguida se adaptaría a la disciplina transalpina y comprendería el riguroso entramado defensivo de la entidad. Compartiría zaga nada menos que con leyendas como Paolo Maldini, Franco Baresi, Alessandro Costacurta Mauro Tassotti, por lo que Desailly sería requerido por Fabio Capello en múltiples ocasiones como mediocentro defensivo.

En sus años como rossonero, pronto demostró su solidez en defensa, adherencia en los marcajes, entradas moderadas, colocación exquisita, presencia arrolladora, expeditición en el juego aéreo, inteligencia y una capacidad increíble para salir indemne cuando era encarado por un delantero rival. Esa misma temporada (1993/1994) el Barcelona se hizo con los servicios de Romario y ambos equipos se enfrentaron en la final de la Copa de Europa en Atenas. Johan Cruyff, por aquel entonces técnico del Dream Team, bromeó con el fichaje de Desailly. Ellos han fichado a Desailly; nosotros a Romario. El Barça caería dolorosamente derrotado ante el Milan por 4-0, un gol obra de Marcel Desailly.


De este modo, el francés se convirtió en el primer jugador de la historia capaz de ganar dos Copas de Europa con dos equipos diferentes en años correlativos, en una temporada en la que también se hizo con el Scudetto. Sus logros con el Milán no son baladíes: jugó 164 encuentros y marcó 2 goles desde 1993 a 1998, año en el que haría las maletas hacia Londres para recalar en el Chelsea. Su aportación a la zaga rossonera fue realmente opípara. De hecho, nadie le recriminó nada cuando se marchó al cuadro blue en 1998.

Tan profunda fue la huella de Desailly en el Calcio que, ya en las filas del Chelsea, en un partido en San Siro ante el Milan, los seguidores italianos le aplaudieron al unísono mientras calentaba. Me acerqué a una pancarta en la que pude leer: Para siempre permanecerás en nuestro corazón. Ese reconocimiento que me expresaban fue realmente conmovedor. Yo no era un jugador creativo ni un goleador y, aún así, me ensalzaban como si fuera Van Basten. Como persona, lo recordaré toda mi vida. Así se manifiesta textualmente Marcel Desailly, aún visiblemente emocionado.

A nivel internacional, Desailly debutó con la escuadra francesa con 25 años. Aimé Jacquet cogió las riendas de la selección francesa en 1993 con la hecatombe nacional que supuso la no clasificación para el Mundial de Estados Unidos 1994. El técnico bleu rápidamente apunta a Marcel Desailly en su lista de insustituibles en el eje de la zaga francesa en la clasificación para la Eurocopa de Inglaterra 1996. La inexpugnable retaguardia estaba custodiada por Fabien Barthez en portería con un ejército de lujo formado por el mismo Marcel Desailly, Laurent Blanc, Bixente Lizarazu y Lilian Thuram.


En base a esos cuatro defensas, el equipo se erigió en las páginas más doradas del fútbol francés, a saber, Mundial de 1998 y Eurocopa de 2000. El debut de esta defensa se produjo oficialmente ante Alemania en Suttgart en un partido de clasificación para Inglaterra 1996 y firmaron juntos su última aparición en la final de Rotterdam ante Italia en 2000, con el inefable gol de David Trezeguet. Con los cuatro perros de presa alineados, la selección francesa no perdió en 28 partidos oficiales desde 1996 a 2000 y sólo encajaron 13 goles. En general, en ese inapelable intervalo Francia jugó 57 partidos de los que perdió tan sólo 5, todos ellos de índole amistosa. Curiosamente, en todos ellos faltaba uno de los cinco infranqueables defensores.

En la final de Francia 1998 ante Brasil en París, Desailly fue expulsado por una entrada a Cafú que suponía su segunda tarjeta amarilla. Se convertiría, así, en el tercer jugador expulsado hasta entonces en una final de un certamen mundial. En 2001, su amigo Didier Deschamps renunció a la selección, de modo que Desailly pasó a ser capitán del combinado francés. Con el brazalete en su haber, el galo acumularía además dos triunfos en las ediciones de Copa Confederaciones de 2001 y 2003. Posteriormente, la selección francesa se fue deteriorando tras la marcha de muchos jugadores inamovibles como Blanc o Deschamps. Tras el fracaso en el Mundial de Corea-Japón 2002 y en la Eurocopa de Portugal 2004, Desailly decía adiós a la selección con la que jugó 116 partidos y marcó 3 dianas.

En 1998, tras el Mundial, Desailly recaló en el Chelsea. Allí coincidió con su colega Frank Leboeuf, también defensa en la selección. Un año después se incorporaría Didier Deschamps. Exhibió sus aclamadas características y fue artífice del debut soñado con el Chelsea con la victoria ante el Real Madrid en la Supercopa de Europa en 1998. Su primera alineación en la Premier League sería el 15 de agosto de 1998 ante el Coventry City. Sin embargo, la adaptación de Desailly al fútbol inglés sería costosa. En Inglaterra se practica un fútbol mucho más rápido y directo que en Italia. El defensa galo percibía cómo rematar de cabeza se hacía una aventura, producto de un fútbol menos pausado al que Desailly había experimentado en Italia. Además, la contumacia existente en la Premier League, libertad y permisividad para emplear un juego no exento de dureza era francamente complicado para marcar los tiempos y no cometer falta en zonas comprometidas.


Pero se dice que las adversidades son opciones de actualización. Desailly encontró en ese hándicap inglés una oportunidad de motivación y desarrollo personal, pasando a convertirse en un jugador mucho más versátil y competitivo. Básicamente, cuando te enfrentas a jugadores insultantemente buenos, uno debe mejorar su nivel para estar a la altura del baremo establecido. El francés permaneció en el Chelsea hasta 2004. En sus seis años como blue acumuló 222 partidos, en los que lució el brazalete de capitán en 94 de ellos y sólo ganó la FA Cup en 2000. En 2004, el Chelsea fue apeado en semifinales de la Champions a manos del Mónaco, entrenado precisamente por su amigo Didier Deschamps.

En Marcel Desailly se solapan la potencia y la tranquilidad. Su empleo sistemático en los marcajes no le llegó a etiquetar en absoluto la condición de jugador violento. Se erigió como el sucesor de la llamada Garde Noir o, dicho de otro modo, la Guardia Negra del fútbol francés que encuentra como predecesores a los míticos Marius Trésor y Jean Pierre Adams, siguió con los propios Marcel Desailly y Basile Boli y evolucionaría con William Gallas y Lilian Thuram, más recientemente. Tan férreo resultaban ser sus marcajes que se ganó el apodo de La Roca.

Fue en mayor medida uno de los responsanles de la concepción futbolísitica imperante en Europa durante los 90, en la que el fútbol de rigor físico se sobrepuso a otro modelos como, por ejemplo, el actual. En mayo de 2006, Desailly dio por finalizada su carrera en Qatar, donde había llegado un año antes. El desgaste físico fue la causa primordial de que el francés se retirara con 38 años y pasaba a ser comentarista de la BBC. Se retiraba Desailly, el defensor más laureado del fútbol francés, con un Mundial, una Eurocopa y dos Copas Confederaciones. Como diría su compatriota y amigo Didier Deschamps, En el fútbol hay que defender y defender; luego, el resto. Eso hacía Desailly...


Fuente: Desailly, la fuerza tranquila. Página Oficial de la FIFA.

15 de septiembre de 2012

Lírica Pachanguera: Capítulo 20


Para no romper con la tradición, Los del Viernes CF acudieron a jugar al fútbol, aunque fuese en miércoles, no haciendo así honor a su nombre. Pese a bajas significativas del calibre de Jorge González, Luis Dueñas y Germán Bordoy, sí que estábamos la mayoría de los nuestros, con algunas caras nuevas. Dimos por concluida la pretemporada en algunas canchas fronterizas a mi casa y campos situados en sus alrededores. La fulgurante temporada 2012/2013 abrió el telón en tierras salesianas, con el envolvente ambiente que engloba dicha zona.

Dicho sea de paso, también contamos con la visita del gran Raúl, no el ex-capitán del Madrid, sino un gran amigo, ferviente sevillista y un crack de los medios audiovisuales. Además de obsequiarnos con su presencia, se prestó gentilmente a grabarnos para elaborar un gran vídeo, a lo Pep Guardiola, que adjunto al final del reportaje.

Llegamos pronto a unas desérticas pistas en las que reinaba un calor de justicia. Las lejanas sombras de largueros y redes se entremezclaban con algún solitario grupo de chavales, hasta que el aforo del recinto se fue llenando paulatinamente. Al llegar, depositamos nuestras heroicas botellas de agua y empezamos a calentar. El último en llegar fue Rebollo y el hecho que señaló del entrenamiento fue un espectacular disparo de Jorge Cárabe que acabó en el hemiciclo del colegio, situado bastante lejos de la zona.


En principio, pensamos que íbamos a ser sobre 13 personas pero, afortunadamente, sólo fuimos 10, los justos. Contamos con Manolo Muros Rueda, Jorge Colmena El Terror de las Nenas, Fran Díaz, Fran Rebollo, Carlos Capi, Pablo (primo de Jorge Colmena) y los nuevos fichajes estrella de la temporada: los irreemplazables: Jorge Cárabe, Angel Pérez y David López, además de quien escribe estas líenas. Tuvo ojo avizor nuestra secretaría técnica al contratar estas incorporaciones tan lucrativas...

De Rebollo me ha maravillado el insultante estado de forma en el que ha vuelto del período estival. Aporta mucha frescura, agilidad y un ritmo frenético en los partidos. Si gritase menos, tendría mucho más que aportar. Siempre he dicho de él que me encanta el control orientado que efectúa. Me parece uno de los gestos más interesantes de su vasto repertorio técnico.

Como digo, estamos ante una temporada en la que hemos descubierto nuevos talentos. Uno de ellos, sin ir más lejos, es Jorge Cárabe. Es un jugador con una gran condición física y un excelente posicionamiento en el terreno de juego. Dispuesto a jugar a lo fácil, sus marcajes presumen de eficacia y tiene un demoledor disparo a media distancia.


Dicho esto, uno de los jugadores en los que se nota un progreso más evidente es, sin duda, Manolo. Ha ganado técnica, agilidad, su potencia de disparo ha aumentado drásticamente, velocidad en los cambios de ritmo, desmarques de ruptura y, lo más complicado, hace fácil lo difícil, aunque suene paradójico. Otro crack recién incorporado a nuestras filas es David López, pero no el del Athletic. No alcanzo a comprender con qué superficie de su bota golpea el balón, pero sus pases cuentan con una precisión quirúrgica. Además, tiene corrosivo disparo y genera un ambiente saludable al partido.

Otra cara nueva, y sospechosamente parecida a la de Pedro Rodríguez, en nuestra nueva andadura salesiana es Ángel Pérez. Acompañado de un perfil bastante interesante, hace goles, realiza disparos y ensaya jugadas que ayudan mucho a su equipo. Tras una estancia en Turín, frecuentando desde el Comunale hasta Delle Alpi, nos visitó nuevamente Pablo Ruiz, que nuevamente se consagró bajo palos. Éste me recuerda a Mark van Bommel y, afortunadamente, no por su agresivo juego.

Carlos Capi ha regresado de su letargo veraniego con un giro diametral en muchas áreas, además de haberse aprendido nuevas capitales. En concreto, en el fútbol ha mejorado bastante, pierde menos balones y materializa muchos tantos. Con un estado físico mejor, ha adquirido la tercera nueva equipación del Sevilla o, más bien, ha desenpolvado su uniforme de Primera Comunión...


Sigue en su línea Fran Díaz. Con un buen desborde y un adherente marcaje, irse de él es una aventura. Estoy seguro de que recobrará su estado físico a lo largo de la temporada, aunque ello lo compensa satisfactoriamente con la nada desdeñable cantidad de dianas que acumula. Yo, personalmente, intento hacerlo mejor y cada día me encuentro más cómodo.

El partido, en líneas generales, transcurrió de forma tranquila y amena. Básicamente, lo podríamos dividir en dos partes. En la primera de las cuales, mi equipo ganó de forma contundente y en la segunda mitad, tras efectuar un par de intercambios en las respectivas filas, nos endosaron una estrepitosa y sonrojante goleada. En especial, Fran Rebollo fue el pichichi de la jornada con más cantidad de goles de la que mi mente puede recordar. Anecdóticamente, le hice un caño erróneo a Jorge Colmena, compañero de equipo, con nuestras consiguientes caras de póker...

Para concluir, fue una de las mejores tardes que se han vivido en Los Salesianos. Además del buen partido que firmamos todos, el ambiente imperante fue inmejorable. Raúl nos llenaba amablemente nuestras botellas de agua, a fin de reponer fuerzas y refrescarnos. Las porterías tenían redes. Para acabar, nos premiamos con una foto de grupo. Gran tarde, sin duda alguna.

He aquí la sorpresa que os tenía preparada. El vídeo con los mejores fragmentos del partido. Para los lectores que sientan curiosidad, yo soy el de la camiseta roja con pantalón blanco. 

Todo esto no hubiera sido posible sin la incuestionable ayuda del gran Raúl. Un abrazo, amigo. 
Miércoles, 12 de septiembre de 2012.

10 de septiembre de 2012

Golazos: La chilena de Rivaldo


Hoy da comienzo una nueva sección en Mis peloteros favoritos en la que, como su propio nombre indica, se reunirán los mejores goles de la historia de este deporte. Así pues, no hay mejor modo de afrontar esta nueva aventura que con uno de los goles más recordados y aclamados de la afición culé, así como uno de los momentos de más éxtasis que se han vivido en el Camp Nou. Corría un lejano 17 de junio de 2001. La última jornada de Liga traía como invitado al Valencia que, con tres puntos de ventaja sobre los azulgrana, tenía un pie en la fase de previa de la Champions de la temporada siguiente.

Por su parte, al Barça únicamente le valía la victoria para empatar a puntos con los ché y, por medio del favorable goal average, lograr la cuarta plaza. Sólo de ese modo, tendría derecho a disputar la máxima competición de clubes la temporada siguiente. En Can Barça se respiraba un ambiente muy diferente al actual. Joan Gaspart, en la directiva, intuía el camino de un equipo sin rumbo, instaurado en la autocomplacencia y sumido en una etapa gris, que contaba con Carles Rexach en el banquillo y con Rivaldo, Guardiola y Kluivert en el campo.

No sería algo fácil. Enfrente, el Barça tenía nada menos que al mejor Valencia de la historia, con los pupilos de Héctor Cúper como Aimar, Ayala, Angloma, Kily González y Mendieta, entre otros. El equipo taronge venía de perder sus dos finales de Champions las dos últimas temporadas contra Real Madrid y Bayern de Múnich ese mismo año. No obstante, el Barça no se conformaba con quedar relegado a disputar la UEFA y, con una plantilla inferior a la del Valencia, buscaba arreglar una turbulenta temporada.


Esa noche sería para Rivaldo. Nombrado Balón de Oro en 1999, el brasileño nunca pareció encontrar el cariño unánime de la afición culé. Tras ganar con el club dos Ligas (1998 y 1999) y una Copa del Rey (1998), el carácter apático y su poca capacidad para adaptarse al esquema táctico del equipo no le situaron entre los más queridos de la siempre exigente afición del Camp Nou.

Corría el inicio del partido cuando Rivaldo adelantó al Barcelona por medio de un potente lanzamiento de falta. Poco duraría la alegría de la parroquia barcelonista cuando, minutos después, Rubén Baraja empataba la contienda. Con el empate campeando en el luminoso, Rivaldo cazó un balón en la frontal del área y dribló por medio de una finta a Mauricio Pellegrino para conectar un inapelable disparo raso que se coló en la meta defendida por Santiago Cañizares.

Con la expectación servida en el Camp Nou, se reanudó el encuentro tras el descanso. Nuevamente sería Baraja, de cabeza, el que igualaría el choque. El Barça veía como una plantilla realmente reforzada el verano anterior con la llegada de Marc Overmars, Alfonso Pérez, Emmanuel Petit, Richard Dutruel y Gerard López naufragaba estrepitosamente.


Era el minuto 43 de partido y los extenuados seguidores culés se mentalizaban para ver a su equipo disputar la insípida Copa de la UEFA la temporada siguiente. El Barça atacaba con tesón a un Valencia replegado en la parcela defensiva para mantener el resultado. Fue entonces cuando Frank de Boer colgó al balcón del área un inocente balón que encontró como objetivo a Rivaldo. El canarinho se acomodó sutilmente el esférico con su pecho y lo impulsó hacia arriba. Se lanzó de espalda, mientras contemplaba el cielo de Barcelona y enganchó una dinamitada chilena. El disparo de su vida entró en el palo izquierdo de Cañizares.

La apoteosis estaba servida en bandeja de plata. Mientras el Camp Nou estallaba en el más profundo júbilo, Rivaldo celebraba con sus compañeros el gol más importante de su carrera. Es complicado concebir a un jugador que, asediado de defensas rivales, intente una inverosímil chilena en el último minuto de partido con tanto en juego. Rivaldo sí lo hizo. Es más, lo bordó. 

La celebración del celebérrimo, valga la cacofonía, gol de Rivaldo es bien recordada. Mientras Rivo se quitó la camiseta, Joan Gaspart en el palco agitaba sus puños en el aire, a sabiendas de que su cabeza en el club estaba a salvo. Es uno de los tantos de más bella factura de la historia del Barça, de la Liga y, por extensión, de este maravilloso deporte. Es lo que tiene llevar el 10 en la camiseta del Barcelona...



Fuente: David Rubio (14/3/2012) Goles con historia: La chilena de Rivaldo frente al Valencia. Servifútbol.com

3 de septiembre de 2012

En busca de la felicidad...


Ante todo y, como no podía ser de otro modo, tengo que pedir disculpas a todos los fieles seguidores de Mis peloteros favoritos por la dilatada ausencia durante el recién finalizado mes de agosto. La causa primordial de mi tardanza se debe, básicamente, a las reparadoras vacaciones que emprendí en período estival para desconectar y volver dispuesto con ganas de dar lo mejor. Dicho esto, la primera Supercopa del año se saldó con la pecaminosa derrota del Barça ante un gran Real Madrid que sólo fue el primer asalto de lo que promete ser una frenética temporada.

Tras el azaroso sorteo de Champions y la elección de Andrés Iniesta como mejor jugador de Europa en el curso 2011/2012 en el Fórum Grimaldi de Mónaco, también se vieron las caras en un abarrotado Estadio Luis II el Chelsea, campeón de Europa, y el Atlético de Madrid, que se encargó durante todo el choque de echar por tierra esa conjetura consistente en el favoritismo depositado en el campeón de la Champions. Sin embargo, ésos no son nuestros protagonistas de hoy.

Cristiano Ronaldo se estrenó como goleador en la recién nacida Liga 2012/2013. Tras su gol ante el Barça en la Supercopa, la estrella lusa firmó un inapelable doblete ante el Granada en el Santiago Bernabéu, en un partido que los blancos ganaron por 3-0. Pero la noticia de la jornada tuvo lugar un rato después en la zona mixta, precisamente a la misma hora pero varios kilómetros más al sur de donde Andrés Iniesta ofrecía a la afición del Barcelona su galardón como mejor jugador de Europa.

Textualmente, CR7 manifestó que se encontraba triste en el Real Madrid y que, dentro del club, conocían los motivos de la pesadumbre del portugués. Preguntado por los periodistas, Cristiano Ronaldo no desveló sus razones. Con un lenguaje corporal airado, sabía que con esas palabras tambalearía los cimientos del madridismo. Hay que darle la enhorabuena al Real Madrid por tener en sus filas al tercer mejor jugador del mundo, inmediatamente después en orden decreciente de Lionel Messi y Andrés Iniesta. Lo poco congruente del caso es, precisamente, que los mejores jugadores del mundo son noticia por lo que hacen dentro del campo y no por sus disconformes palabras fuera del césped.

Es una realidad: en el fútbol, cada día las opiniones más salvajes se cobran un hueco en primera fila o, mejor dicho, primera página. No importan las ideologías. Desde los sectores más fervientes de la caverna, patrocinados fielmente por Punto Pelota en Intereconomía, no lo dudaron ni un segundo a la hora de afirmar que Cristiano Ronaldo quería irse del Real Madrid cuando, en su ya famosa puesta de largo ante los medios, en ningún momento manifestó sus deseos de salida, tan sólo un malestar por motivos inconfesables. Que alguien me explique...

Ahora bien, ¿qué demonios le ocurre a Cristiano Ronaldo? ¿Está realmente mal o es un motivo para llamar la atención? ¿Puede ser que desea que el club se vuelque más con él? ¿Pretende una mejora salarial? Hay quien dice que está molesto por el hecho de que el club le hiciera viajar a Mónaco, a sabiendas de que no iba a ganar el premio que finalmente se adjudicó Andrés Iniesta. Tal vez, no se siente tan respaldado por el Real Madrid como sí lo está Leo Messi por el Barcelona. Se han indicado, además, diferencias personales con algunos compañeros, en concreto, con Marcelo e Íker Casillas, después de que el brasileño posicionara al de Móstoles como merecedor del Balón de Oro. Apunta el Diario Sport que el club no le habría respetado el duelo por un familiar, dado que se cumplen siete años del fallecimiento de su padre a causa del alcoholismo. He llegado a oír opiniones tan dispares como que Coentrao lo está llevando por la mala vida. Esa la dijo un tipo cuyo apellido empieza por Ron- y termina por -cero. Más de una copa de ron se habría pimplado...

En cualquier caso, quiero reafirmar mi empatía total hacia Cristiano Ronaldo. Yo en su lugar también lo estaría. Con la calidad que atesora, los títulos que posee, la cantidad ingente de millones que acumula, el descapotable que aparca en la puerta de su mansión y la novia que se despierta al lado suya, yo también estaría igual. Ojalá todos estuviéramos tan tristes como CR7. Una cosa es ser un ganador nato y esforzarse día a día por ser el mejor, cosa que admiro profundamente como deportista que soy, y otra bien distinta es no conformarse con la innumerable cantidad de bienes que posee, porque como bien dice el popular dicho: No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita.

Tal vez, Cristiano Ronaldo debería zambullirse en la galopante realidad que engloba a España. Con una prima de riesgo realmente por la estratosfera, una tasa desoladora de paro y un número diario de desahucios que roza lo inverosímilmente dramático, el tercer mejor jugador del mundo debería hacer ejercicio de conciencia y observar de qué modo un millón de familias saben sobreponerse a problemas realmente graves en los que, efectivamente, sí están en juego su subsistencia, bienestar y, en algunos casos, integridad física.

O sea, que ser rico, guapo, un excelente jugador y haber sembrado la envidia de todo el panorama futbolístico no es condición suficiente para haber logrado la felicidad. Cristiano, te recomiendo encarecidamente que veas la galardonada película de mi idolatrado Will Smith, En busca de la felicidad, seguro que acciona muchas zonas de tu mente y segrega toneladas de dopamina, la principal causante de ese efímero y reconfortante sentimiento: la felicidad