16 de noviembre de 2013

Quema tu televisor


Ya me has oído. Dirígete al salón o a tu habitación, si es que tienes uno ahí. Coge tu preciado receptor doméstico de televisión y lánzalo lo más lejos que puedas. ¿No puedes? Ah sí, primero desconecta el enchufe de la pared. Dado que cada día los hacen más ligeros, podrás cogerlo sin problemas tú solo. En caso contrario, pídele ayuda a un amigo, abre la ventana, inspecciona si pasa alguien por debajo y ni te lo pienses. ¿Que vives en un bajo? No pasa nada. Es buen momento para aprovechar esos petardos que no estallaron en Nochevieja.

Oyes bien. Quema tu televisor. Y cuando este sea pasto de las llamas, quémalo otra vez por si acaso. Cuando el calor supere los 3000º y el plástico empiece a fundirse, vuélvelo a quemar y asegúrate de que no queden ni las cenizas. ¿Demasiado drástico? Puede ser, pero para explicar los motivos nos serviremos de una ley básica en la economía doméstica: ¿Para qué tener algo que no sirve para nada? Si todo esto aún te sigue sonando a chino, sigue leyendo.

Tal y como está el panorama televisivo actual, algún día me agradecerás estas palabras, acerca de las cuales estás esbozando ahora mismo una mueca de asco. Panorama televisivo en general y en lo que a deportes se refiere. Cuando se menciona el término telebasura, aterrizan en nuestra mente programas tales como Sálvame, Gran Hermano y programas de la prensa rosa por lo general. No obstante, no es mala idea tampoco asociar este vocablo a otros como Punto Pelota, Tiki-taka o el ya extinto Futboleros. ¿No los has visto nunca? Eso que ganas en salud.

Te sonará extraño pero hay países como Holanda, donde unos señores se sientan en una mesa, comienzan a hablar de fútbol y, por estrambótico que pueda parecer, no se interrumpen. Por qué en España los tertulianos no se dejan hablar los unos a los otros sigue siendo un misterio para mí. El primer principio de comunicación establece que, en todo acto comunicativo, existe un emisor y un receptor. Cuando estos coinciden, el mensaje puede ser confuso o inaudible.

Y lo más importante. Hablan de fútbol. No del peinado de Fulanito, no de nacionalismos, no de la novia de Menganito, no hay arquitectos y no manipulan ningún dato. En este momento, uno de las pocas tertulias futbolísticas buenas que hay en España es Fiebre Maldini. Programa consagrado, ahí se respira fútbol por los cuatro costados. Calidad y rigor. Periodismo y clase. De espacios así deben tomar nota esos productores que aspiran montar un show deportivo. De no ser así, incierto futuro que nos espera. Por soñar que no quede. Yo me marcho, que voy a ver la televisión.

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