10 de octubre de 2016

Yo apoyo a Gerard Piqué... ¿y qué?


Muchos años antes de que una dorada estrella se posara para la eternidad en el escudo de la selección española, la Furia, como se le denominaba entonces, iba sembrado esperanzas para recoger decepciones cada dos veranos. El eslogan «Jugamos como nunca pero perdimos como siempre» adquirió una nueva dimensión tan rimbombante como desalentadora en las portadas de los principales periódicos. Las rondas finales de los Mundiales y las Eurocopas parecían reservadas para selecciones como Brasil, Italia, Alemania o Francia, mientras la selección española aún no se atrevía a eclosionar de su letargo para alcanzar esa mayoría de edad imprescindible para la legítima ambición de entrar en la historia.

De repente, algo cambió. No sólo el nombre del combinado nacional que pasó de ser la Furia para ser bautizada como la Roja, un término que, pese a los sarpullidos que pudiera causar a los medios de comunicación más cainitas y castizos de la España profunda y la caverna mediática, nos guiaría por la senda del éxito. Ese páramo yermo y desolado sería abonado con la sabia comandancia de Luis Aragonés donde recogería un estilo de juego envidiable que entraría en la historia no sólo por vencer, sino por convencer. Una pléyade de victorias que comenzarían en Innsbruck en 2008 para terminar en Kiev en 2012.

Era 2008 y ahí aún no estaba Gerard Piqué. Ese verano volvería a Barcelona, con sólo 21 años procedente del Manchester United, con una Champions League bajo el brazo, pese a disputar pocos minutos. No obstante, en aquella indeleble Eurocopa de Austria y Suiza se gestaría el éxito de la leyenda que vendría después. Ya en el Mundial de Sudáfrica 2010, el central catalán con sólo 23 años le arrebataría el puesto de defensa titular a todo un campeón de Europa como Carlos Marchena para formar una inexpugnable pareja en el eje de la zaga con su compañero y amigo Carles Puyol. Después vendría el gol de Iniesta en Johannesburgo, la Eurocopa 2012, los fracasos de Brasil 2014 y Francia 2016, el relevo generacional, la marcha de Del Bosque y una nueva etapa personificada en la figura de Julen Lopetegui.

Ese podría ser el argumento de ensueño para la novela deportiva más rompedora. Pero asumámoslo: así no funcionan las cosas en España. En la jornada de hoy, Gerard Piqué ha anunciado su marcha de la selección española tras el Mundial de Rusia 2018. Así de tajante se mostraba el jugador del FC Barcelona tras el partido ante Albania, valedero para la clasificación de dicho certamen internacional: «Después del Mundial 2018 dejaré la selección española»La polémica suscitada por la falta de los colores nacionales en la camiseta de España llevada por Piqué y elevada a la enésima potencia por la sensacionalista prensa ha sido el desencadenante de la decisión del futbolista. Dicho sea de paso, el uso de ese tipo de elásticas por parte del defensa son habituales en él, tanto en el cuadro nacional como en el equipo azulgrana, como sabrá cualquier seguidor. «Lo tengo muy meditado, no es un calentón. Siempre lo he dado todo en el campo y aunque algunos me lo han agradecido, otros no quieren que esté», ratificaba el jugador ante los medios de comunicación.

«Lo he intentado todo pero ya no aguanto más, lo de hoy con las mangas es la gota que colma el vaso. Han conseguido que pierda la ilusión por venir aquí y aunque después de Rusia tendré sólo 31 años, lo dejaré». Aunque triste, no sorprenden las declaraciones de Gerard Piqué, alguien que ha dado mucho a la selección sin necesidad de pasear un capote o mirar al cielo, golpeándose con tesón el emblema nacional. Porque en el periodismo deportivo actual, magistralmente explicado por Pichu Cuéllar la semana pasada, vale más generar polémicas absurdas, tan irrisorias como descafeinadas, que realizar un análisis riguroso y fidedigno de la realidad. Cuánto tienen que aprender de los compañeros de El Club de Axel Torres que tantas cátedras de periodismo deportivo imparten semanalmente en Bein Sports.

Porque no nos engañemos. ¿De qué sirve conseguir tres puntos cruciales en un partido fundamental ante República Checa para clasificarnos a los octavos de final de una Eurocopa si el responsable de ello se llama Gerard Piqué? Mejor quedarnos en la época en la que Raúl González mandaba penaltis a las nubes, eso sí, enarbolando españolismo por los cuatro costados. Ese es otro de los rasgos definitorios de la Marca España: desterrar a un jugador que, con 23 años era uno de los centrales más técnicos y cotizados del mundo, simplemente por desprender un fétido tufo catalán con el que llenar cuantiosas portadas de periódicos de tirada nacional. ¿Alguien se imagina a franceses o alemanes vilipendiando públicamente a mitos como Zidane, Henry, Beckenbauer o Müller, respectivamente, por unas declaraciones políticas, socavando toda su trayectoria con la selección? Yo tampoco.

Que sí, que las opiniones de Piqué en muchas ocasiones, pueden estar impregnadas de un halo de estridencia ideal para la prensa más amarillista —o blanquista—. Unos medios que son los encargados de informar, con el objetivo de conseguir una audiencia tergiversada. Es posible que la desacomplejada posición política de Gerard Piqué en relación a los problemas que atraviesan las relaciones entre Cataluña y España no hayan contribuido en la simpatía depositada hacia el jugador. ¿Pero no dicen que no hay que mezclar deporte y política? En esta ocasión, el pecado capital fue simplemente no lucir los colores rojigualdas en la camiseta, a sabiendas de que el diseño Adidas de mangas largas no dispone de ellos. He aquí el comunicado oficial de la Real Federación Española de Fútbol: «Al contrario de lo que han indicado algunos comentarios malintencionados en los que se acusaba al jugador español de cortar sus mangas para evitar vestir un remate con los colores nacionales, la RFEF quiere aclarar que dicho remate solo existe en la camiseta Adidas de mangas cortas, y no en la de mangas largas, que es la que usó Piqué en el encuentro. Esta ausencia de remate puede observarse en la camiseta de su compañero, Sergio Ramos que sí la utilizó larga».

Como diría Jules Winnfield en Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994): «Tengo un límite, Jules, hay un tope en la cantidad de abusos que puedo aguantar. Ahora mismo estoy como un coche de carreras y tú me estás forzando y solamente digo, sólo digo que es peligroso forzar demasiado un coche de carreras, sólo éso, podría estallar». Y es lo que tienen las explosiones: es posible que afecten a todos los situados en las zonas colindantes. Podría tratarse de una metáfora anticipada de lo ocurrido con Gerard Piqué. Los pitos en León, las crucifixiones mediáticas desde tiempos inmemoriales, las declaraciones políticas sacadas de contexto y las quisquillosas tentativas de encontrar un símbolo de desprecio hacia todo lo que apeste a España han desembocado en una decisión que, pese a no ser sorprendente, no deja de causar malestar entre todos los amantes del fútbol. Quizá el único aspecto positivo de la marcha de Piqué de la selección pueda ser la falta de argumentos de los adeptos más irracionales que no encontraban otro motivo que el económico en la presencia del mariscal catalán en la Roja. De cualquier forma, hoy es un día triste para los auténticos aficionados de este maravilloso deporte que ojalá encuentre su compensación el rectificación de Gerard Piqué, en un gran trasunto de la sentencia: «Quien se va cuando no lo echan, vuelve cuando le da la gana».

He aquí el comunicado oficial de la Real Federación Española de Fútbol, por los que aún se empeñen en defender lo indefendible.

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