19 de mayo de 2013

La broma de Balotelli a los juveniles del Manchester City


Si en los últimos tiempos hay un jugador que no pasa indiferente por sus excentricidades, ése es Mario Balotelli. El italiano no acapara el protagonismo por la indiscutible calidad que atesora, sino por sus frívolas actuaciones fuera de los terrenos de juego. Estas acciones, que a veces rozan el marco de la ilegalidad, han eclipsado el talento del internacional italiano y han pasado a ocupar las primeras páginas de los rotativos nacionales de los países en cuyos equipos ha jugado. Quemar su casa con fuegos artificiales o ir a un streaptease antes de un partido forman parte de su gran historial de anécdotas.

Tras ganar la Champions con el Inter de Mourinho en 2010, Mario Balotelli se sumó al pretencioso proyecto del Manchester City. En el equipo inglés, el díscolo ariete firmó uno de sus incidentes extradeportivos más sonados en marzo de 2011 y The People se hizo eco de la estrambótica noticia en la que Balotelli ponía a prueba su puntería pero de un modo algo distinto a cómo lo haría un jugador profesional. No ponía a prueba sus disparos hacia la portería, ni medía la precisión de sus centros o pases. El entonces jugador del City afinaba su puntería de un modo muy particular.

Una mañana como otra cualquiera, Mario Balotelli se encontraba aburrido en la siempre acogedora ciudad de Manchester. A fin de saciar su hastío, cogió su coche de varios ceros en dirección a la zona deportiva de su club entonces, el City, donde se encontraban los juveniles del club en una sesión matutina de entrenamiento. Una vez allí, Balotelli se subió a un primer piso y empezó a tirar dardos a los canteranos del equipo inglés para mejorar, de este bizarro modo, su puntería aunque no fuera con los pies.

A pesar de la gravedad y trascendencia del asunto, su club no tardó en salir en defensa del jugador a través de un comunicado: El Manchester City tratará el tema internamente, pero estamos convencidos de que Mario no trató de dañar a nadie. Afortunadamente, así fue como ocurrió y no hubo que lamentar daños personales en nadie. Este hecho no cayó en saco roto y, una vez llegó a oídos del seleccionador italiano Prendelli, a punto estuvo de costarle la internacionalidad con la azurra.

Esta no era la primera vez en la que Mario Balotelli desataba la polémica. Semanas antes, en un partido de Europa League se autoexpulsó tras inferirle una escalofriante patada a un adversario, dejó a su novia en directo a través de un programa de televisión y en diciembre de 2010 pronunció una frase, atrevida, petulante y no exenta de sentido del humor: Sólo hay un jugador un poco mejor que yo y se llama Leo Messi.

3 de mayo de 2013

Equipos históricos: Francia 2000


Con la entrada del nuevo milenio, Francia, primera en el ránking FIFA y campeona del mundo, buscaba conseguir el cetro de Campeón de Europa y reivindicar, así, una generación dorada para el fútbol francés. El reto en esta ocasión era rememorar viejas tardes parisinas de 1984. De este modo, la selección francesa acudió a la Eurocopa de Bélgica y Holanda en el año 2000 con un nuevo seleccionador, Roger Lemerre, que sustituía al técnico campeón del mundo, Aimé Jacquet. Una versión mejorada del equipo campeón del mundo dos años antes tenía la misión de entrar en la historia. Y bien que lo hizo...

Dicho esto, Les Bleus se convertirían en el primer equipo de la historia en ganar un Mundial y una Eurocopa de forma consecutiva. Ya lo haría Alemania en orden inverso. La Mannschaft de Franz Beckenbauer y Gerd Müller se adjudicaría la Eurocopa de Bélgica 1972 y el Mundial de Alemania 1974, quedándose a la puertas de firmar el triplete al perder la final de la Eurocopa de Yugolavia 1976 con el inenarrable gol de Panenka. La gesta de Francia sería, primero, igualada por España al ganar la Eurocopa de Austria y Suiza 2008 y el Mundial de Sudáfrica 2010 (en orden inverso a Francia, curiosamente diez años después) y, luego, superada tras la consecución de la Eurocopa de Polonia y Ucrania 2012.

Por primera vez en la historia, se celebraría un torneo internacional en dos países simultáneamente. Así pues, para analizar este campeonato hay que hacer referencia necesariamente al factor suerte. En el fútbol existe un aforismo según el cual la suerte juega el 50% del partido. En esta Eurocopa se excedió ese porcentaje. Francia solventó muchas de sus eliminatorias mediante goles de oro, penaltis y goles contra la bocina. De hecho, en el último partido de la fase de clasificación, un empate entre Rusia y Ucrania, encuadradas en su mismo grupo, dejaba fuera a la campeona del mundo. Sin embargo, un agónico gol de Shevchenko salvó a Francia de jugar una hipotética repesca ante Eslovenia. Sería el preludio que la fortuna esbozó para Francia en la Eurocopa.


Los pupilos de Lemerre ganarían a Dinamarca en el partido inaugural con goles de Thierry Henry, Laurent Blanc y de una cara nueva en el equipo: Sylvain Wiltord. El segundo partido de Francia sería nada menos que contra la subcampeona de Europa, la República Checa, verdugo de Les Bleus en la Eurocopa anterior, que había perdido la final del torneo europeo cuatro años atrás en Wembley ante Alemania. Aunque en este partido Francia pecó de un exceso de verticalidad, nuevamente Henry y Youri Djorkaeff marcaron frente al solitario gol de Poborsky. Sin embargo, los franceses pasaron a cuartos de final tras perder por dos goles a tres con la potente Holanda tras una épica remontada de los tulipanes con un golazo incluido de Frank de Boer. Tití Henry volvió a mojar por tercer partido consecutivo.

Llegaron los cuartos y, con ellos, la suerte volvió a jugar del lado de Francia. Partido ante España como ya ocurriera en la final de París 1984. Esta vez no estaba Platini ni la desdichada parada de Arconada pero sí un tal Zinedine Zidane que colocó un preciso lanzamiento de falta en la escuadra defendida por Santiago Cañizares. Una acomplejada y no exenta de talento individual selección española consiguió empatar por mediación de un penalti transformado por Gaizka Mendieta. La rutilante estrella del partido fue un majestuoso Zidane. No obstante, los sueños de España se harían añicos tras el gol anotado minutos después por Djorkaeff. En el último minuto, Raúl mandaba al cielo de Brujas todas las esperanzas de los españoles y Francia se clasificaba a semifinales, en las que el factor suerte volvería a hacer acto de presencia.

Les Bleus de 2000 se mostraron como un equipo más maduro que en el Mundial. Salieron jugadores con poco nivel como Guivarc'h o Diomede y se erigió como un equipo más ordenado, con un Thierry Henry explosivo y un Zinedine Zidane mucho más sofisticado que años anteriores. De hecho, el marsellés fue designado mejor jugador del certamen. Francia permaneció fiel a su estilo basado en el desgaste físico y en la fortaleza, decorado por los vestigios del rompedor Fútbol Champagne que databa de la época de Platini. El equipo se presentó más serio, su fútbol había mejorado y, gracias al ya más experimentado talento de Henry y Trezeguet, se pulió uno de los puntos débiles de la selección: la delantera.


Francia tenía una sólida y expeditiva defensa formada por Thuram, Blanc, Desailly y Lizarazu. Un inexpugnable centro del campo comandado por Deschamps y Vieira brillaba por su elasticidad, capacidad de recuperar balones e iniciar la transición defensa-ataque. La delantera era aderezada por las genialidades de Djorkaeff, Henry y, cómo no, Zidane. La velocidad y buen manejo del balón en la mediapunta de Zizou y de Djorkaeff proveían de suculentas ocasiones a Henry en la delantera o a un inspirado David Trezeguet.

Francia volvía a ser semifinalista de una Eurocopa y eso de ser solamente uno de los cuatro mejores equipos de Europa no entraba en sus planes. En esta ocasión, el combinado francés tenía delante una prueba de fuego frente a uno de los mejores equipos del torneo. Portugal era uno de los cocos del torneo, había ganado todos los partidos de la Euro, le avalaba un fútbol muy alegre y contaba en su plantilla con jugadores como Luis Figo, Rui Costa, Costinha y Nuno Gomes. Como ya ocurriera en la Eurocopa 1984, Francia y Portugal volvían a ser las protagonistas de las semifinales del Campeonato de Europa en un encuentro que, análogamente, también se solventaría en la prórroga.

La selección lusa se adelantó en el marcador por medio de Nuno Gomes. Sin embargo, la joven veteranía de Thierry Henry empató el encuentro por medio de un tiro colocado a la cepa del poste. Así se llegó a la prórroga con un ya extinto formato de gol de oro. Francia se vería las caras con esta discutible forma de decidir la victoria por primera vez en la Eurocopa. El defensa portugués Abel Xavier provocó un penalti que Zidane, quien había dado una lección celestial de fútbol, materializó y clasificó a Francia para su segunda final de una Eurocopa, la segunda final en tan sólo dos años.


Tras el agotamiento físico producido por una semifinal tan larga, Francia llegaba a la final de Rótterdam ante la siempre poderosa Italia. La final fue concebida como un choque entre dos estilos muy similares: Italia, paradigma del conservador catenaccio, se medía ante Francia que, pese a que se había asentado en un fútbol físico, conservaba los galones del buen trato de balón y juego vistoso. Fue un partido abierto desde el principio, en el que ambos equipos se lanzaron a la búsqueda impasible del gol. Francia tuvo problemas para mover el balón, dada la asfixiante presión italiana. Los azurri, por su parte, lo tenían fácil para llegar a la portería de Barthez. Zidane, desaparecido en la primera parte, entró en juego durante el transcurso de la segunda. La genialidad del mago marsellés encontraba a un pletórico Thierry Henry.

Los transalpinos, con su singular y pragmático estilo de juego, contaban con delanteros infalibres como Alessandro del Piero o Inzaghi y se adelantaron gracias a Delvechio. Francia estaba desconcertada mientras los minutos se iban sucediendo. El partido estaba muy igualado e Italia ya preparaba los prolegómeros de la celebración. En la recta final, Barthez lanzó un balón largo a la desesperada que Trezeguet, hijo de inmigrantes argentinos, rechazaría mientras Cannavaro sólo podía mirar. El cuero le llegó a un advenedizo Wiltord que efectuaría un potente disparo raso que se metería en la meta defendida por Francesco Toldo, héroe en semifinales ante Holanda. Era el último minuto y, de nuevo, la prórroga acechaba por el retrovisor.

Aunque Italia le estaba poniéndole las cosas muy difíciles a Francia, la prórroga estaba condicionada. En una acción de despiste de los italianos, cuyos esquemas estaban rotos, un balón servido desde la banda derecha a servicio de Robert Pires le llegó a David Trezéguet, que jugaba en la Juventus, para sorprender con un potente lanzamiento de volea que hundió a Francesco Toldo. Era el gol de oro que, al igual que en las semifinales ante Portugal, lo decidía todo. La selección francesa era campeona de Europa por segunda vez en su historia, lo que supuso la culminación al éxito tras el título de campeones del mundo. Fue un partido que demostró que en fútbol muchas veces las victorias las deciden los pequeños detalles y por el factor suerte. Los hombres del mítico Dino Zoff, taciturnos y cabizbajos, perdieron la Eurocopa en un par de minutos, en un advenimiento de la final de la Liga de Campeones del Camp Nou entre Manchester United y Bayern de Múnich un año antes.


Italia hizo mejor final que Francia pero, en general, les Bleus fueron mejores durante todo el campeonato de Europa. El fútbol, además de un espectáculo, es un juego y existen momentos en los que no es posible ofrecer un circo. La supremacía gala fue avalada en el viejo continente con la agónica final de Rotterdam, una victoria que sentó las bases del paradigma futbolísitico existente erigido en torno al fútbol físico. Francia nunca perdió la confianza en su juego en los partidos de la Eurocopa que disputó, incluso cuando el resultado era adverso. Italia, que encajó dos goles en el torneo antes de la final, perdió mediante otros dos tantos, uno en el descuento y otro en la prórroga.

Sin lugar a dudas, la figura del torneo fue Zinedine Zidane. El mago de la Juventus se echó el equipo a la espalda y brilló cual galaxia lejana en el equipo nacional que era bastante mejor que el de Aimé Jacquet. Zizou partía desde de la banda, conduciendo el balón hasta los tres cuartos de cancha, rodeado de un aura etérea que protegía el balón de los vanos intentos rivales por arrebatárselo. Delanteros que dieron el gran salto en el Mundial de 1998 como Henry y Trezeguet se consagraron en este torneo en el que ya eran más maduros. Tití por ser el máximo goleador de la selección y Trezegol por el tanto decisivo que llevó la copa a las vitrinas galas. Darían mucho que hablar en los años sucesivos y se convertirían en dos de los arietes más cotizados en Europa. Tras la victoria, Blanc y Barthez se dirigieron a la zona donde se concentraban los aficionados bleus para reeditar el ya clásico beso en la cabeza. Sería la última vez. Este partido sería el colofón para Blanc y Deschamps que se retiraban de la selección tras una fructífera etapa.

Tras la gran generación de Michel Platini que ganó la Eurocopa en 1984 en París, ésta, liderada por Zinedine Zidane, demostró que la selección francesa también podía ganar un gran torneo fuera de casa. Con la consumación del varapalo del Mundial 2002, el memorable ciclo se cerraría en la final del Mundial de Alemania 2006, tras el cabezazo que Zidane le propinó a Materazzi, en el último partido de Zizou como profesional. Fue una solemne victoria que no se podría haber narrado sin la magia de un equipo de corte defensivo pero muy depurado técnicamente. Un equipo histórico es la esencia de un jugador inigualable. Esa vez, ese jugador era francés y se llamaba Zinedine Zidane.


Comandados por el mediáticamente vilipendiado técnico Roger Lemerre, Francia se proclamó campeona de la Eurocopa 2000 con la misma base de jugadores que en el Mundial 1998, aunque con ciertos cambios.

Porteros: Bernard Lama (París Saint-Germain), Fabien Barthez (AS Mónaco) y Ulrich Ramé (Girondins de Burdeos).

Defensas: Vincent Candela (AS Roma), Bixente Lizarazu (Bayern de Múnich), Laurent Blanc (Inter de Milán), Marcel Desailly (Chelsea), Lilian Thuram (Parma FC) y Frank Leboeuf (Chelsea).

Centrocampistas: Patrick Vieira (Arsenal), Youri Djorkaeff (Kaiserslautern), Didier Deschamps (Chelsea), Zinedine Zidane (Juventus), Robert Pirés (Olympique de Marsella), Johan Micoud (Girondins de Burdeos), Emmanuel Petit (Arsenal) y Christian Karembeu (Real Madrid).

Delanteros: Nicolás Anelka (Real Madrid), Thierry Henry (Arsenal), Sylvain Wiltord (Girondins de Burdeos), David Trezeguet (Juventus) y Christophe Dugarry (Olympique de Marsella).


Ficha técnica de la final

Francia 2-1 Italia. Goles: (0-1) Delvecchio 56', (1-1) Wiltord 93', Trezeguet 13' de la prórroga. 

Francia: Barthez; Thuram, Blanc, Desailly, Lizarazu (Pirés 86'); Deschamps, Vieira, Djorkaeff (Trezeguet 76'), Zidane, Dugarry (Wiltord 58'); Henry. Entrenador: Roger Lemerre (FRA).

Italia: Toldo; Cannavaro, Nesta, Iuliano, Maldini; Pessotto, Albertini, Di Biagio (Ambrosini 65'), Fiore (Del Piero 53'); Delvecchio (Montella 86'), Totti. Entrenador: Dino Zoff (ITA).

Árbitro: Anders Frisk (SUE).

Incidencias: Final de la Eurocopa de Bélgica y Holanda disputada en el estadio De Kuip en Rótterdam el 2 de julio de 2000 ante 48.000 espectadores.


Fuente: Mundo Deportivo.

24 de abril de 2013

Bayern 4-0 Barça: Sangriento atropello en Múnich

 

Como el abuelo que le relata a su nieto historias de caballería, cuentos de guerra en los que se guarece en una trinchera o historias de feria en la que conquistó a su mujer, a día de hoy podemos decir que vimos jugar al Barcelona, a pesar de muchos, el mejor equipo de la historia. Y para ello, no hay que desempolvar la máquina del tiempo y retroceder numerosas décadas hasta los tiempos donde el color no estaba invitado: sólo un par de años atrás. Básicamente, ya nada es igual. Como en la segunda parte de una relación sentimental tras una reconciliación, todo ha cambiado.

Un Barça extenuado, moribundo y contemplativo pereció en Múnich ante una apisonadora con defensa de acorazado llamada Bayern. La luz de este Barcelona, no es que se apagara para siempre, pues el título de Liga a buen seguro que se logrará, pero sí luminó en una intensidad lúgubre en un resquebrajado hilo de tungsteno que aguanta como este equipo siempre aguantó la presión mediática y las adversidades.

No diré aquello del fin del Pep Team, pues éste acabó hace ya un año, cuando Guardiola anunció su adiós. El Barça es el ocaso de un gran equipo, sin capitán en el banquilo, sin líder espiritual y que empieza a instaurarse en la autocomplacencia. Tito Vilanova, quien superó afortunadamente sus problemas de salud, ha demostrado ser un fantástico entrenador pero la sombra de Guardiola es demasiado grande para ser suplida. Desdiciendo a Toni Freixa, Vilanova no ha superado a Guardiola. En títulos le harán falta muchos años, pero en esencia es inigualable. Este Barça, con los pertinentes cambios en el vestuario que se avecinan este verano, seguirá ganando pero nada será igual.

No hace mucho escuché a mi siempre idolatrado Ronaldo (el brasileño, no el otro) decir que en fútbol es muy difícil mantenerse a tan alto nivel durante mucho tiempo. Los jugadores han cambiado en estos cinco años, Xavi ha envejecido futbolísiticamente y ayer intentó zafarse de una inminente vejez futbolística que le reclamaba lo suyo. Puyol decididamente no está y dudo que llegue a los 40, porque su caprichosa rodilla puede colapsarse como este equipo lo hizo ayer en Baviera. Messi estuvo desbordado pero se topó de bruces contra una agigantada muralla que custodiaba el fortín de la portería alemana.

No nos engañemos. Los últimos resultados en Liga ante Zaragoza y Levante no convencieron ni a los propios jugadores. Con la tranquilidad que supone tener un colchón de 13 puntos, el torneo nacional no parece preocuparle a nadie. Pero en Europa no se perdona. El tiempo no sólo ha desgastado a los jugadores, a otros les ha limitado su nivel y les ha desprovisto de ideas, dándole el golpe de gracia a algunas ya desactualizadas. Al borde del ostracismo deportivo, los ataques a la desesperada del Barça están carentes de ideas y de rigor táctico, liderados por un Messi desaparecido en combate. Un trasunto con idéntico resultado a la final de Atenas en 1994.

A modo de símil taurino, el nefasto y funesto partido de anoche recordó por momentos a una corrida de toros en la que el Bayern, vestido de rojo, era el maestro embadurnado en sangre tras los despiadados sablazos propinados al astado, encarnado en la piel del Barça. Un equipo hierático y agonizante, víctima del tiempo, regido por la autogestión y que yació con un vacío de poder en el banquillo y en el palco. Muchos jugadores han perdido el combustible de otrora, dando sus mejores años de sí. El Barça, personificado en Messi, tuteó con la muerte, desplomándose sobre el césped de Múnich, desarbolado física, táctica y técnicamente, es decir, en las tres parcelas inherentes en todo partido de fútbol.

No es día para hablar de táctica, ni de la soledad de Busquets en el centro del campo, ni del mal perder de Jordi Alba, ni de la consumación de Iniesta siempre con una sonrisa ante su verdugo de la noche Javi Martínez, ni de un efímero Alexis Sánchez, ni de un Bartra que se doctoró y, de hecho, tuvo las dos únicas ocasiones de peligro del Barça en todo el encuentro, ni de un Piqué tan falto de ideas como de pelos en la cabeza y tampoco de un Xavi a quien la madurez le ha arrebatado su quirúrgica puntería.

Es arriesgado decir que este partido supone un fin de ciclo. La finalización de una etapa o período de un equipo son palabras muy drásticas, que no se pueden juzgar en función de un resultado concreto. Dicho de otro modo, esta temporada en general ha sido un fin de ciclo del Barça. Una Liga con sabor agridulce. Todo empezó con la derrota ante el Real Madrid en la Supercopa, seguido de la recaída de Tito, el tropiezo ante el Milan en San Siro, los dos golpes de efecto del Real Madrid y jugadores como Villa o Alexis en un nivel preocupante, todo aderezado con el letal veneno del partido de anoche.

Gary Lineker, mito inglés del Barça de los 80, espetó ayer una frase no exenta de la siempre contumaz ironía inglesa. Uno de estos equipos necesita a Guardiola, y no es el Bayern. Suspicaz a la par de verosímil es esta idea que contrasta con la realidad. El mentor de este Barça, el artífice de los éxitos y el cerebro de la maquinaria, Guardiola, será el comandante la próxima temporada de quien ha sido verdaderamente el auténtico verdugo de un Barça terminal inmerso en un agónico fin de ciclo; un excelso Bayern. El fútbol te devuelve lo que te quita. Al Bayern le arrebató dos finales en los últimos años, una de ellas incluso en su propio feudo. Este año serán los campeones. Ya lo son simbólicamente por haber destronado al Barça y el 28 de mayo lo serán deportivamente. Se seguirá ganando, pero con la magia apagada. Sencillamente, nada será igual. 

21 de abril de 2013

Jugadores históricos del Barça: Patrick Kluivert


Nacido en Ámsterdam el 1 de julio de 1976, Patrick Stephan Kluivert ingresó en las categorías inferiores del club de su ciudad natal, el Ajax, con tan sólo siete años. Hijo de padre surinamés y madre de la isla de Coraçao, Kluivert es uno de los delanteros más prestigiosos y con mayores registros goleadores que se recuerdan en los años 90 y siguientes. El holandés tiene el honor de haber formado parte de grandes equipos europeos como Ajax, AC Milan, FC Barcelona, Newcastle, Valencia, PSV Eindhoven y Lille.

Su debut oficial con el Ajax de Ámsterdam se produjo en 1994, cuando contaba con tan sólo 18 años. Con Louis Van Gaal en el banquillo del club ajacied, coincidiría con la última gran generación de futbolistas holandeses como Davids, Seedorf, Bogarde, Blind Van der Sar, los hermanos De Boer y Overmars, y con otros grandes jugadores no menos emblemáticos como Litmanen, Finidi, Kanu, Rijkaard, muchos de los cuales desembarcarían en nuestra Liga en los cursos venideros.

En la primera temporada en el Ajax, Kluivert se proclama campeón de Europa, siendo el futbolista más joven hasta entonces en alzar la Orejona. Por si eso fuera poco, el delantero holandés marcó el único tanto de la noche a pase de Frank Rijkaard frente al Milan de Boban, Massaro, Maldini, Baresi, Albertini, Di Canio y Savicevic, vigente campeón de Europa que la temporada anterior había desmantelado al Barça. De este modo, el Ajax conseguía la Copa de Europa, rompiendo una sequía que se prolongaba casi dos décadas. Sólo tenía 18 años.


Aquel año también ganaría Eredivisie, Supercopa de Europa e Intercontinental. Tardó poco tiempo en ganarse la confianza de su técnico, Louis Van Gaal quien creía que había encontrado el sucesor de Marco Van Basten. En 1996 tuvo su peor año. Perdió la final de Champions ante la Juventus y estuvo involucrado en un accidente de circulación y tuvo problemas con la justicia. Kluivert permanecería dos temporadas más en el conjunto holandés, donde marcaría 53 goles en 102 partidos, hasta que en 1997, con 21 años recién cumplidos, el delantero se marcha al Milan, equipo del que fue verdugo en la final de Viena en 1995 con su gol en el último suspiro. No obstante, La Pantera, como empezó a ser llamado por su corpulenta altura (1,90 m), no cuajó en el equipo lombardo. Tuvo rencillas con Fabio Capello, que le relegó al banquillo y sólo pudo anotar 6 goles. Aquel verano tendría un destacado papel con la selección de Holanda en el Mundial de Francia 1998 donde lograron el cuarto puesto, algo que le abriría las puertas del FC Barcelona.

Etapa en el FC Barcelona

Ese verano, el club azulgrana desembolsó 2.100 millones de pesetas por Patrick Kluivert. En la ciudad condal, el portentoso delantero holandés se reencontraría con Louis Van Gaal que comenzaba su segunda temporada al frente del equipo culé y con 7 jugadores compatriotas más. En su primera campaña en el Barça, Kluivert conseguiría su mejor registro en el club catalán: 15 goles en 35 partidos. Aquella temporada el Barça ganaría la Liga. Las cinco temporadas restantes de Kluivert en el Barça se consumarían con ningún título. Condición por la que Kluivert no ha tenido el reconocimiento de otros delanteros, a pesar de haber inmortalizado grandes números con la elástica culé: 122 goles en 257 partidos oficiales.

Kluivert era un delantero puro, con aspecto de 9. Temible dentro del área, La Pantera tenía una amplio abanico de aptitudes técnicas e inteligencia para materializar las jugadas. Una de sus características más interesantes eran los controles orientados que efectuaba dentro del área, movimientos sólo a la altura de Zidane e Iniesta. Dicha performance estaba repleta de corpulencia, técnica y fuerza que arrastraba a todos los defensas hacia atrás y prácticamente lo dejaba sólo ante el portero, algo que recuerda mucho a delanteros actuales como Fernando Llorente. Solía jugar de espaldas a la jugada, abría espacios y era frecuente verle a veces alejado del área ayudando a sus compañeros en labores de creación.


Era un ariete que cargaba la pierna con facilidad y podía rematar desde casi cualquier posición, con ambas piernas. De cabeza, sus testarazos eran magistrales, a balón parado iba realmente bien y también se podía sumar al ataque desde segunda línea, gracias a la gran llegaba que atesoraba. Rápido para el desmarque, era muy efectivo en la tarea de zafarse de un adversario, de modo que se proveía sus propias ocasiones de gol. Aunque, por encima de todo, era un jugador realmente preciosista y con mucha clase. Aguantaba el balón de espaldas a la portería a la espera de sus compañeros. Sus movimientos con el esférico estaban impregnados de maestría. Conducía el balón de maravillas para después chutar o dejar sin opciones al defensa rival.

Las siguientes temporadas con el Barcelona acabarían con ningún título pero Kluivert marcó 15, 18, 18 y 16 goles, respectivamente. En la última de ellas, ya con Frank Rijkaard como entrenador, sólo marcaría 8 goles, debido a su descendente estado de forma físico y una lesión que lo mantuvo apartado durante dos meses de los terrenos de juego. Su separación con la afición fue total, Laporta incluso decidió desprenderse de él pero fue convencido por Rijkaard y permaneció una temporada más en el club, donde incluso llegó a ser abucheado por el Camp Nou. En 2004, Kluivert dejó el Barcelona y puso rumbo a Inglaterra. En su lugar, llegaría Samuel Eto'o.

Últimos años y retirada

Concretamente, aterrizó en el Newcastle United, donde fichó por un año. El delantero holandés llegó como recambio de Alan Shearer pero no satisfizo las expectativas creadas y fue nuevamente relegado al banquillo. El club inglés no le renovó el contrato y en 2005 llegó al Valencia donde firmó por tres temporadas, pero no se adaptó al club, el fondo físico no le acompañaba, se divorció de su mujer, comenzó una agitada vida nocturna y no superó la gran competencia en la delantera con un joven David Villa. 


En 2006, tras un malogrado fichaje por el Hamburgo, llegaría al PSV Eindhoven donde se reencontraría con su mejor versión en la primera temporada y compartiría vestuario viejos conocidos como Reiziger, Cocu, Davids y Stam. En su primer año en el club holandés, Kluivert ganó la Eredivisie y alcanzó los cuartos de final de la Champions. Sin embargo, el ariete cada vez aparecía menos en las alineaciones titulares, circunstancia que desembocaría en un agrio cruce de opiniones con el técnico Ronald Koeman, algo que precipitó su salida del club.

Palmarés y selección de Holanda

Jugaría su última temporada a nivel profesional en el Lille francés, donde se retiró el 29 de abril de 2008. Posteriormente, ingresó en el equipo técnico del AZ Alkmaar como entrenador de delanteros. Su palmarés con el Ajax de Ámsterdam consta de 2 Ligas Holandesas (1995 y 1996), 2 Supercopas de Holanda (1994 y 1995), una Copa de Europa (1995), una Supercopa de Europa (1995) y una Intercontinental (1995). Con el Barcelona ganó la Liga Española en 1999 y volvió a levantar el título de campeón de la Liga Holandesa, esta vez con el PSV Eindhoven en 2007.

Debutó con la selección absoluta de Holanda el 24 de noviembre de 1994 ante República Checa a la edad de 18 años. Es el máximo delantero histórico de la Oranje por encima de Dennis Bergkamp, Johan Cruyff, Marco Van Basten y Ruud Van Nistelrooy. Con la elástica naranja disputó las Eurocopas de Inglaterra 1996, Bélgica-Holanda 2000 y Portugal 2004, además del Mundial de Francia 1998, siendo el máximo goleador de la Eurocopa 2000 con 5 goles y firmando una gran actuación en el Mundial 1998 en el que consiguió dos tantos y la medalla de cobre. Perecería en los penaltis siempre en semifinales ante Brasil en el Mundial 1998 y ante Italia en la Eurocopa 2000 donde fue incluido en el 11 ideal del torneo. No disputó ninguna final, pese a formar parte de una prometedora generación de jugadores. Kluivert, un 9 mucho más que sólo un delantero.


Fuente: Carlos Marroquín (6/3/2012), ¿Qué fue de tu vida? Patrick Kluivert, el goleador holandés, Web Depor.be; Miquel Uodt (17/12/2009), Futbolistas de Leyenda: Patrick Kluivert, Blog Uno o Dos Toques