Hoy haremos un repaso por las mejores escuadras de la selección de Francia desde su primer papel importante en la Copa del Mundo de Suecia 1958 hasta la Eurocopa de Inglaterra 1996. A lo largo de casi 40 años de historia, se darán cita las plantillas más legendarias y las actuaciones más memorables de una selección mágica que encontró su apogeo a mediados de los ochenta. Ahí estaba Platini que degustó un suculento Fútbol Champagne.
En base a jugadores como Zidane, Djorkaeff y Henry, les Bleus firmaron la página más bonita de su historia. A esos jugadores de un perfil técnico se unieron Thuram, Vieira, Desailly y Deschamps de carácter mucho más férreo y robusto que los anteriores. Dichos futbolistas definieron el paradigma que imperó casi una década que le otorgaba importancia al músculo como factor indispensable para jugar al fútbol de alto nivel. Ellos fundaron la escuela que dio nombre a la tendencia futbolística durante los noventa. Actualmente, el planteamiento es diametralmente opuesto: el cerebro gana al músculo. La tendencia ha cambiado.
La formación base de los jugadores en escuelas como Clairefontaine, de la que han salido nombres como Henry, Trezeguet o Rothen, es fundamental. No han tardado en salir nuevos jugadores sobre los que recaen atávicas comparaciones. A Varane se le considera el sucesor natural de Laurent Blanc; Kondogbia recuerda a Vieira y, años atrás, se encontraron similitudes entre Lass Diarra y Claude Makélelé. La calidad en Francia es indiscutible. Didier Deschamps es un técnico de garantías, un icono en les Bleus y gran conocedor de los prometedores talentos del país galo.
La estratégica situación colonial de Francia le posibilita contar con un gran número de jugadores mestizos, muchos más corpulentos y robustos que los nativos dentro de las fronteras estatales francesas. Pese a tener habilidosos jugadores de manejo del balón (Nasri, Cabaye, Ribery), el cemento de las líneas defensivas y de contención se antoja insustituible. Se han olvidado los orígenes del fútbol francés, de jugar al balón, del cerebro y no del músculo. Hablar de Francia en los últimos años es sinónimo de estrictas condiciones físicas y de un fútbol especulativo y tosco. En los orígenes todo era distinto. Francia era Champagne y no un producto sucedáneo. Eran otros tiempos...
Corrían los años cincuenta cuando se tiene constancia del primer gran equipo francés de la historia. Por entonces, Albert Batteux era seleccionador francés y el Stade de Reims se consagró como uno de los mejores clubes del mundo, llegando a disputar dos finales de la recién estrenada Copa de Europa ante el Real Madrid de DiStéfano, Gento, Puskas y el francés Raymond Kopa. La selección francesa de esta época practicaba un fútbol narcótico y de ensueño. Esta neófita selección llegaría a las semifinales del Mundial de Suecia 1958, tan sólo superada por Brasil de los no menos peligrosos Pelé, Garrincha, Vavá, Didí y Zagallo. Dicho sea de paso, su delantero estrella, Just Fontaine, anotó la increíble cantidad de 13 goles en el Mundial, un dato al que nadie se ha atrevido ni a acercarse.
Francia tenía un ataque prodigioso con Raymond Kopa, los incesables goles de Just Fontaine, un talentoso extremo como Jean Vincent y los interiores Roger Piantoni y Michel Hidalgo que sería seleccionador de Francia en la Eurocopa de 1984. Sobre él caló profunda la idea del cuadrado mágico del centro del campo, patentada por Batteux y que elevaría a la enésima potencia ya con Platini, Luis Fernandez, Giresse y Tiganá en los ochenta. Le Carré Magique se convertiría en el paradigma ofensivo del fútbol francés en los años sucesivos.
No obstante, Batteux abandonó la selección francesa y, durante los años sesenta, el fútbol francés entró en declive, pese a contar con buenos jugadores y practicar un vistoso fútbol. De hecho, el delantero Coussou recordaría al mejor Thierry Henry, sin contar a Combin, otro feroz atacante galo. El equipo arrastraría las lesiones de Kopa, Fontaine y Piantoni que desembocarían en más de una década de sequía con ausencias en grandes torneos y eliminaciones prematuras. Francia no acudiría al Mundial de Chile 1962 al perder ante Bulgaria el partido de desempate.
En realidad, el equipo francés tampoco se clasificaría a la Eurocopa de España 1964 tras perder contra Hungría en la fase previa. En el Mundial de Inglaterra 1966, los galos serían eliminados en la primera fase del Campeonato del Mundo con un solitario gol en el casillero. Las ausencias en la Eurocopa de Italia 1968, Mundial de México 1970, Eurocopa de Bélgica 1972, Mundial de Alemania 1974 y Eurocopa de Yugoslavia 1976 avalarían una etapa para olvidar. A falta de un cerebro, Francia estaba huérfana en ese aspecto. El Saint-Etienne, subcampeón de la Copa de Europa de 1976 ante el Bayern de Múnich en el que jugaban Müller y Beckenbauer, sería la cantera ideal de la que muchos jugadores jóvenes salieron para sentar las bases en la medular y encontrar el anhelado Carré Magique.
Les Verts aportaron la infraestructura y el entramado constructivo para fortalecer y dotar de un esqueleto tangible a esa incipiente selección de Francia. Allí militaban el díscolo Larios, Bathenay, Janvion y el formidable delantero Dominique Rocheteau. Paralelamente, se enfundaría la casaca bleu el mítico central líbero Marius Trésor, enrolado en las filas del Olympique de Marsella, con unas increíbles condiciones físicas, lo que constituye el primer resquicio de jugadores portentosos en el combinado del gallo. Se unirían después el experimentado delantero del Nantes, Henri Michel, y Bernard Lacombe, del Lyon. El frente ofensivo no parecía ser el problema de la selección francesa, pero faltaba el andamiaje, el cerebro del equipo. Faltaba el centro del campo.
Llegó el Mundial de Argentina 1978. Michel Hidalgo, ya en el banquillo bleu, convocó a prometedores jugadores que cambiarían la historia del grisáceo fútbol galo. Patrick Battiston militaba por entonces en el Metz y era considerado uno de los defensas con mejor futuro de Francia. También irían a Argentina Didier Six, un hábil delantero del Lens, Maxime Bossis, por entonces carrilero en el Nantes y, sobre todo, uno de los nombres propios más relevantes en la historia del fútbol francés. Como no podía ser de otro modo, hablamos de Michel Platini, entonces jugador del Nancy.
Pero Francia, pese a jugar realmente bien, abandonaría tierras argentinas en la primera fase tras medirse en un grupo francamente complicado ante la anfitriona del torneo, Italia y la potente selección de Hungría con Nyilasi. A pesar de protagonizar una discreta participación en Argentina 1978, la actuación de los galos no caería en saco roto y sus jugadores serían muy seguidos en los años siguientes. Lamentablemente, Francia no se clasificaría para disputar la Eurocopa de Italia 1980, aunque en los partidos de clasificación aparecen hombres importantes para el futuro de la selección: Alain Giresse, versátil y gran centrocampista del Girondins. Jugador con gran llegada, seria una de las piezas claves del cuadrado mágico, al lado de Jean Tiganá y Genghini.
Reforzado con su mejor equipo, Francia consigue el billete para el Mundial de España 1982 en el que genera dudas al principio. Hasta cuatro porteros serían convocados por Michel Hidalgo para la incipiente cita mundialista: Castaneda, Ettori, Baratelli y Dropsy. Ninguno de ellos eran muy valorados, de modo que la portería de la selección gala se consideró el talón de Aquiles de una talentosa generación de futbolistas. Por otro lado, la delantera del equipo con Six, Rocheteu, Bellone y Lacombe presentaba una gran movilidad pero no destacaba precisamente por rentabilizar las ocasiones de gol.
Sin duda, el Mundial de España 1982 fue una retahíla de hechos estrambóticos para la selección francesa. La estrella del equipo, Michel Platini, arrastró problemas musculares prácticamente durante todo el transcurso de la competición, el bizarro episodio del jeque en el Francia-Kuwait que enfrentó a ambas selecciones en el que se llegó a anular un gol legal al cuadro francés por petición expresa de dicho personaje y la dramática semifinal ante Alemania Federal en el Sánchez Pizjuán.
Con un veterano Marius Trésor que agotaba sus días en el lateral derecho, Francia contaba en sus filas con dos magos del balón: Michel Platini y Alain Giresse. Francia comienza el Mundial con derrota ante Inglaterra en Bilbao. A partir de entonces, desarrollaría un juego más veloz, con toque y con gusto por el trato de balón que le supone la victoria ante Checoslovaquia por 2-0 y Kuwait por 4-1 en Valladolid. En la segunda fase, el rutilante Fútbol Champagne aplasta contundentemente a Irlanda del Norte en el Vicente Calderón y gana por la mínima a Austria donde desplega el mejor fútbol de todo el Mundial hasta el momento. El magistral papel del mediocentro Genghini resulta decisivo en el partido ante los norirlandeses. Francia se clasifica a semifinales donde le espera Alemania, vigente campeona de la Eurocopa de 1980.
La semifinal ante Alemania en el Sánchez Pizjuán es probablemente uno de los mejores partidos de todos los tiempos. Aquel encuentro es recordado por la brutal agresión que el portero alemán Toni Shumacher le infligió al defensa francés Patrick Battiston que cayó desplomado al césped del feudo sevillano con un diagnóstico de conmoción cerebral, una vértebra fracturada y dos dientes rotos. El árbitro holandés Charles Corver ni siquiera señalaría la falta. Extenuados y hundidos, los franceses no pudieron reprimir las lágrimas sobre el césped del Sánchez Pizjuán. Una de las mejores generaciones de la historia de Francia no encontró recompensa en el Mundial. La despedida de los galos no pudo ser más caótica, perdiendo en los penaltis un partido que ya tenían ganado y en el que fueron mejores que los alemanes, con una asfixiante temperatura de 40 grados en Sevilla y un compañero en el hospital cuyo estado de salud se encontraba envuelto en un halo de misterio.
Fue una derrota realmente dolorosa. Todos se preguntaron cómo reaccionaría el equipo de Michel Hidalgo para la Eurocopa de 1984 que, por segunda vez en su historia, se organizaría en Francia. Platini armó una selección sobre prácticamente el mismo esqueleto del Mundial aunque con la inclusión de Luis Fernández en el Carré Magique, lo que le otorgó más movilidad, consistencia y robustez a la medular. El grupo de Francia estaba compuesto por Bélgica, Dinamarca y Yugoslavia. El crack del equipo, Michel Platini, anotó la hasta ahora irrepetible cantidad de nueve goles en todo el certamen, incluyendo dos hat-tricks ante Bélgica y Yugoslavia, con el pie izquierdo, el derecho y de cabeza. Dicho sea de paso, el óptimo rendimiento del crack galo en esta Eurocopa lo posicionó en un gran escaparate, puesto que en el Mundial 1982 arrastró una bursitis y en el Mundial 1986 padeció problemas en la ingle.
La exorbitante visión de juego de Platini era la punta del iceberg del cuadrado. De sus formidables pases y su visión periférica nacían auténticas jugadas de peligro del combinado francés. El técnico Michel Hidalgo había apostado por una delantera maleable en la que Michel Platini también hacía las veces de delantero o, mejor dicho, de falso delantero. Permutaba su posición con otros jugadores, de modo que se podía sumar al ataque rápidamente. También, podía partir de banda a modo de falso interior. Francia había ganado en madurez. El Fútbol Champagne sembró las delicias en Europa. Joel Bats se consagró en portería, Battiston se había convertido en un defensa habitual tras superar su fractura de vértebra, mientras que Luis Fernández combinaba en el centro del campo con Tiganá para dejar a los genios Platini y Giresse crear libremente.
Curiosamente, en 1984 Francia también ganó los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en su categoría olímpica, con un estilo de juego prácticamente calcado a la selección absoluta. Derrotarían en la final nada menos que a la Brasil de Bebeto y Dunga, lo que sentaría cátedra en la hegemonía futbolística imperante en aquel momento. El Fútbol Champagne era la tendencia en Europa. Francia arrasaba y convencía mediante un atractivo estilo de juego que creó una escuela altamente vistosa.
Francia llegaba a la primera final de su historia con la intención de estrenar sus polvorientas vitrinas. El equipo respondió bien a la presión, por el hecho de disputar un torneo en casa. Tan bien lo haría que doblegó a España en la final de París en la que el inolvidable gol que encajó Arconada se convertiría en el triste protagonista de la noche. Bruno Bellone en la recta final del partido marcaría el segundo gol que destrozaba las esperanzas de todos los españoles. Este torneo es especialmente recordado por ser el primer gran título a nivel continental de Francia y la recompensa a la funesta derrota ante Alemania dos años antes en el Sánchez Pizjuán. La supremacía de Platini estaría impresa en la superioridad de esta mítica selección.
Llega el Mundial de México 1986 y Francia aterriza en el país azteca en un gran estado de forma. Parece solucionado el problema de la delantera con las incorporaciones del espigado delantero Yannick Stapyra y Jean-Pierre Papin, provenientes del equipo olímpico. El equipo galo debuta ante Canadá erigida en base a su gran guardameta Paul Dolan y su líbero Bobby Lenarduzzi. El partido se solucionaría con un gol solitario gol de Papin. El segundo partido es ante la poderosa URSS, rival ante el cual Francia logra sacar un empate a un gol. Por último, el cuadro bleu sella su pase a la segunda fase tras desmantelar a Hungría por 3-0, con goles de Stopyra, Tigana y Rocheteau.
En octavos de final, espera Italia, vigente campeona del mundo, a quien Francia llevaba 50 años sin ganar en partido oficial. Fue un partido solventado por la calidad del Carré Magique y por la cuestionada capacidad anotadora de Stopyra. Francia se impone 2-0 y compra su pasaporte hacia los cuartos de final, donde espera la gran Brasil de Junior, Branco, Falcao, Zico, Alemao, Sócrates y Careca. Sería Careca quien adelantaría a la canarinha y Platini igualaría la contienda a las puertas del descanso. Francia impone su estilo durante el transcurso de la segunda parte y domina. Francia se clasificaría para semifinales.
Tras haberse medido contra la URSS, Italia y Brasil, el azaroso sorteo deparó un nuevo cruces en semifinales contra Alemania, al igual que en Sevilla cuatro años antes. Exhausta físicamente tras la eliminatoria anterior, Francia se enfrenta a la siempre temible Mannschaft en el estadio Jalisco. Los goles de Brehme y Völler apearon a Francia de la posibilidad de disputar la primera final de un Mundial de su historia, en un advenimiento de la calurosa semifinal del Mundial anterior. Nadie era consciente en aquel momento pero pasarían muchos años para que Francia volviera a pisar el escenario de una Copa del Mundo.
A la conclusión del Mundial de México 1986, se produce un cambio generacional cualitativo en Francia. La selección pierde a sus buques insignia como Platini, Giresse y Genghini. Tanto fue así que los tricolor no lograron la clasificación para la Eurocopa de Alemania 1988 en la que hubiera defendido título. Francia quedó tercera del Grupo 3, por detrás de la URSS y Alemania. El equipo nacional francés deambularía por los campos de Europa y cosechó una serie de malos resultados que les dejaron fuera del Mundial de Italia 1990. Sí lograría clasificarse para la Eurocopa de Suecia 1992 ya con Platini como seleccionador. Un muy veterano Luis Fernández aguardaba resquicios de calidad, aunque su nivel físico había descendido drásticamente. El equipo francés, que dejó atrás a España en la fase de clasificación de dicho certamen, estaba compuesto por Martini en portería; Amoros, Casoni, Boli, Blanc, Pardo, Durand, Sauzée, Papin, Vahirua y Cantona.
En la Eurocopa de 1992, Francia no superaría la fase de grupos tras empatar ante Suecia e Inglaterra y perder con la sorprendente Dinamarca que se acabaría proclamando campeona de Europa. Al año siguiente, se consumaría uno de los fiascos más sonados en la historia del fútbol francés: la no clasificación para el Mundial de Estados Unidos 1994. Corría el otoño de 1993 y Francia recibía en el Parc des Princes a la selección de Bulgaria en la que destacaban Hristo Stoichkov y Emil Kostadinov. Era el último partido de clasificación y Francia sólo necesitaba un punto para acceder al Mundial. Al más puro estilo Hitchcock, en los últimos compases de juego, el atacante francés David Ginolá cometió una cesión errónea al búlgaro Emil Kostadinov que anotó el tanto que dejaba a los galos fuera de su segundo Mundial consecutivo.
Horas bajas para el fútbol nacional francés que, irónicamente, a nivel de clubes vivía su mejor momento con el triunfo del Olympique de Marsella en la Copa de Europa. Con un equipo a la altura de las mejores selecciones del mundo, Francia vio el Mundial por televisión. En 1994 el cuadro tricolor contaba con Lama; Desailly, Roche, Blanc, Petit; Sauzée, Le Guen, Deschamps, Pedrós; Cantona y Papin. Lama fue el portero de transición entre Martini y Barthez. Portero mítico del PSG, contaba con una gran personalidad, agilidad y reflejos, aunque no se destacó por ser un gran blocador de balones.
Desailly sería uno de los grandes defensas de Francia en los años venideros. Stopper de grandes condiciones físicas, sería un excelente marcador, adherente en sus marcarjes que también se podría desempeñar como lateral derecho. Roche, procedente del PSG, por entonces formaba una de las mejores duplas defensivas con Raimundo Ricardo en el equipo parisino. Era un líbero que contaba con una gran anticipación, precisión quirúrgica en sus pases, sobriedad y gran anticipación. Laurent Blanc, conocido por su paso por equipos como Barcelona, Inter o Manchester United sería uno de los marcadores centrales más elegantes de Europa durante los años noventa. Contaba con una excelente salida de balón, conducción y rapidez.
Emmanuel Petit, en el lateral izquierdo, era uno de los jugadores más versátiles que también podía desempeñarse como mediocentro defensivo y defensa central, no obstante, alcanzó su mejor rendimiento como lateral izquierdo en el Mónaco de Wenger. Marcaría el tercer gol en la final del Mundial 1998 ante Brasil. Franck Sauzée se trataba de un mediocentro con mucha llegada, bregador, calidad técnica y buen disparo. A todo esto, se le sumaba su capacidad para jugar de líbero, al tener una gran conducción en la salida del balón, y extremo por su rapidez. Paul Le Guen era el centrocampista recuperador de balones, equilibrador de la zona ancha y potencia física. Pedrós, por su parte, era el interior izquierdo de grandes cualidades técnicas y gusto por el buen trato del balón.
Deschamps, en el eje del campo, capitanearía esta selección y era un excelente recuperador de balones y un formidable centrocampista de contención, luchador, con determinación y liderazgo. La delantera estaría formada por Cantona y Papin: el primero es considerado junto con Thierry Henry uno de los mejores arietes de Francia y fue elegido por los aficionados del Manchester United como el mejor jugador de la historia del club inglés. Delantero de una calidad soberbia, a veces su gran temperamento le jugaría malas pasadas. Papin, Balón de Oro en 1991, era la estrella del equipo, goleador de grandes registros con una exquisita calidad técnica que rindió a un nivel realmente alto.
Llegaría el verano de 1996 y Francia contaba con un rejuvenecido equipo para participar en la Eurocopa de Inglaterra. El equipo de Aimé Jacquet sería encuadrado en el grupo de España, Rumanía y un viejo conocido como Bulgaria, semifinalista en Estados Unidos dos años atrás. Ganaría por la mínima a Rumanía con un tanto de Dugarry, empataría con España con goles de Djorkaeff y Caminero y se resarciría ante Bulgaria por 3-1, con goles de Blanc, Loko y un autogol de Penev. Clasificada primera de grupo, los franceses se medirían en cuartos de final ante la Holanda de Kluivert, Davids y Van der Sar, que albergaba una gran cantidad de jugadores campeones de Europa con el Ájax un año antes.
Tras empatar sin goles en el tiempo reglamentario, el cuadro tricolor se impuso 5-4 desde los once metros. No correría la misma suerte en semifinales. Su rival, la República Checa de Nedved y Poborsky, la superaría en la tanda de penaltis por el mismo resultado. No obstante, algo había cambiado en el fútbol francés. Ya formaban parte de la plantilla jugadores como Zidane, Karembeu, Djorkaeff, Thuram o Lizarazu que tantos éxitos cosecharían en los torneos venideros: Mundial 1998 y Eurocopa 2000.
Fuente: Sergio Vilariño (15/6/2012). La Francia de Le Carré. Página Ecos del Balón. Guías Vintage de Káiser Magazine.
Muy bueno ;)
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