En estos días que corren, puede parecer arriesgado escribir algo acerca del deporte francés. Las esperpénticas bromas del Guiñol en la que se satiriza de forma mordaz a nuestros deportistas como Rafa Nadal, Alberto Contador e Íker Casillas hace que resulte delicado abordar algo que tenga relación con Francia. Pero así somos en este país, qué se le va a hacer...
Tras este inciso, parece que fue ayer el día en que Zinedine Zidane remató de cabeza en el pecho del italiano Marco Materazzi. Aquella fatídica noche para el fútbol francés culminó con la derrota de Francia en su segunda final y con la consecución del tetracampeonato por parte de Italia. También, fue una noche para llorar la retirada de Zizou, no como a todos nos hubiera gustado. La verdad sea dicha, el fútbol francés no levanta cabeza desde aquella lejana noche veraniega de 2006.
Uno de los grandes damnificados por la opinión pública fue Raymond Doménech, seleccionador por entonces y hasta 2010. Se le atribuye su mayor gesta con la selección francesa haber alcanzado la final de 2006 cuyo principal artífice fue Zidane y la labor que desempeñó para autogestionar los motores de la nave nodriza juntos con otros jugadores, algo que impregnó la figura de Doménech de una profunda incompetencia.
Dos veranos después, llegó la Eurocopa de Austria y Suiza en la que se puso de manifiesto el gran relevo generacional inminente y necesario en la selección. Sin Zidane ya y con Doménech, la capitanía del equipo cayó en el brazo de Thierry Henry y Francia consumó un decepcionante papel en el que ni siquiera superó la primera fase. No obstante, tras el motín del Mundial de Sudáfrica en el que los jugadores galos, comandados por Evra y Anelka, se negaron a bajar del autobús para entrenar, se rubricó que las cosas tendrían que cambiar drásticamente al otro lado de los Pirineos.
Raymond Doménech es hijo de inmigrantes catalanes que durante la dictadura franquista se marcharon a Francia y, tras haber jugador en Lyon, disfrutó de más trascendencia en su etapa como seleccionador nacional. Tras la hecatombre francesa en Sudáfrica 2010, compareció ante los medios de comunicación desentendiéndose de aquella lamentable polémica. Se dibujaba una realidad evidente en la que el vestuario del equipo francés estaba completamente roto, se había saciado el hambre por los triunfos y todos iban por caminos independientes, ya fueran blancos o negros...
En este contexto de la Francia Revolucionaria, el Aux armes citoyens se quedaba pequeño. Laurent Blanc, cuyo principal aval fue la enciclopédica biografía futbolera que tiene, fue nombrado seleccionador con la clara intención de limpiar la deleznable imagen que dio Francia en el Mundial de 2010, recuperar la actitud ganadora y devolver a Francia al Olimpo del fútbol. El primer paso fue abandonar las míticas tres franjas de Adidas para bordar el simplista swoosh en la elástica bleu.
Mientras los partidos se fueron sucediendo, la nueva Francia de Laurent Blanc fue ofreciendo resultados aunque aún no se percibía de forma nítida el estilo de juego impreso en la selección. Los problemas internos cedieron, se le dio la oportunidad a Adil Rami, e incluso Ribéry y Gourcuff hicieron las pases. Así las cosas, el combinado nacional no parecía un sucedáneo barato y la clasificación para la próxima Eurocopa de 2012 parecía una realidad más viable, tras los esperanzadores resultados cosechados.
Sin embargo, en mayo de 2011 el diario online Mediapart filtró una noticia que podría hacer estallar la polémica en la nación tricolor. En la Federación Francesa se ha decidido crear cuotas específicas en la formación y selección de jugadores. Básicamente, se informó de una reunión entre el seleccionador, Laurent Blanc, el director técnico, François Blaquart, y el seleccionador sub-21 Erick Mombaerts. Uno de los temas que se abordó en dicha reunión es la preferencia que los clubes franceses dan a los jugadores poderosos físicamente en detrimento de los que cuentan con una menor envergadura. El meollo del asunto es que en Francia los futbolistas más corpulentos tienen todos la piel negra.
El segundo tema en cuestión es la necesidad de limitar el número de jugadores africanos en los escalafones inferiores que, llegados a una etapa profesional, deciden jugar con selecciones de antiguas colonias francesas. ¿Cuál sería la solución más factible para solucionar estas dos disyuntivas? Reducir el alcance de estos dos asuntos de vital importancia, algo que podría condicionar el futuro del fútbol francés. La polémica surgió tras los tintes discriminatorios y racistas que subcomunica este sistema de reducir el número de africanos o reducir las cuotas de formación. De hecho, Blaquart fue suspendido por el Ministerio de Deportes a raiz de que se hiciera pública dicha noticia.
Como no podía ser de otro modo, el tema ha calado hondo en la sociedad francesa y el actual seleccionador ha puesto las cosas en su sitio ante la amalgama de críticas suscitadas por la ironía de su apellido. En el país vecino, hay una gran cantidad de población con la piel negra que procede de las colonias o son descendientes de inmigrantes en Francia.
En el equipo francés del Mundial de 2010, encontramos doce jugadores negros de veinte que conformaron la convocatoria final para el certamen. Entre los de piel negra, nombres como Abidal, Evra, Diarra, Gallas o Diaby sí responden a un perfil técnico que constituye la idiosincrasia patente en el fútbol francés, por la que siempre se ha tenido preferencias por jugadores potentes en el apartado físico y que, en general, son negros. Otros como Henry, Anelka o Malouda, también negros, responden a unas necesidades técnicas más que físicas. No son jugadores de corte defensivo y recurren a su perfil técnico más que físico.
Si pasamos a analizar a la Francia campeona del mundo, el reparto entre jugadores blancos y negros es más equitativo. En la retaguardia del equipo, Lizarazu, Deschamps, Petit, el mismo Blanc, Leboeuf o Barthez eran blancos. Sin embargo, Desailly, el joven Vieira, Karembeu, Henry o Thuram eran negros. A su vez, jugadores que destacaron en aquel Mundial como Zidane, Trezeguet y Djorkaeff eran extranjeros. Fueron precisamente los más jóvenes, la mayoría extranjeros, los que triunfaron los años posteriores dado que Deschamps y Desailly estaban en el ocaso de su carrera. Dicho de otro modo, tuvieron una gran relevancia los jugadores no naturales de Francia.
No obstante, si retrocedemos a otra escuadra mítica del fútbol francés como la capitaneada por Platini en la Eurocopa de 1984, observamos que la inmensa mayoría de los componentes del equipo y las piezas angulares más importantes eran todos blancos como Bats, Giresse, Rocheteau, Battiston, Bellone o el mismo Platini. Por su parte, los negros en aquel equipo eran escasos y se limitan a Tiganá o Trésor. Así pues, se observa un crecimiento de futbolistas negros en Francia de forma progresiva.
No es de extrañar si deducimos, mediante este criterio, que en las últimas convocatorias de Blanc habría un aluvión de futbolistas con la piel negra. En realidad, hay prácticamente el mismo número de jugadores negros que en el Mundial de Sudáfrica. ¿Qué ocurre entonces? ¿Naufraga nuestra teoría? Vayamos por partes. Siendo el número de jugadores negros básicamente idéntico, el seleccionador ha dado la internacionalidad a jóvenes promesas como Loïc Remy o Mamadou Sakho que, sorprendentemente, también son negros. O sea, en Francia los jugadores de piel negra son cada vez más numerosos y gozan de un mayor protagonismo. No es que Blanc se deje llevar por cuestiones de preferencia racial, es sencillamente que las bases formativas del fútbol francés están confeccionadas para el florecimiento y rendimiento de jugadores negros.
Dicho sea de paso, a Francia le perjudica contar con jugadores de doble nacionalidad. El país galo, por el hecho de contar son gran cantidad de colonias, recibe un gran número de jugadores de países como Senegal, Marruecos, Argelia, Costa de Marfil o Camerún. De hecho, Didier Drogba dio el salto de un humilde equipo francés, el Guingamp, donde coincidió con Malouda, para fichar por el Olympique de Marsella y dar posteriormente el salto al Chelsea. Sus raíces se asientan en Francia pero los derechos de la internacionalidad del jugador residen en la selección de Costa de Marfil.
En contraposición, el caso de Fredéric Kanouté es diametralmente opuesto. Nacido en Lyon, eligió jugar con la selección de Malí en lugar de Francia porque su ascendencia materna se asienta en el país africano. Y hay muchos más casos de jugadores como Seydou Keita (Malí), Achile Emaná (Camerún), los hermanos Touré (Costa de Marfil) e incluso Samuel Eto'o (Camerún).
Para concluir con este denso reportaje, merece mención una de las academias de fútbol más fructíferas del panorama europeo. En Clairefontaine se adiestra a los jóvenes más talentosos del país en el noble arte del balompié. Lleva operativa desde principios de los noventa y de allí han salido nombres tan afamados como Henry, Gallas, Silvestre, Anelka, Saha o Briand. Curiosamente, todos ellos son negros.
En conclusión, existe una gigantesca mayoría de jugadores foráneos en las divisiones inferiores formativas de la selección francesa y, de todos ellos, los más talentosos acaban vistiendo la tricolor. Estos jugadores negros responden al perfil que siempre se ha buscado tradicionalmente en Francia, o sea, jugadores poderosos físicamente que casualmente todos ellos son negros. A muchos de ellos se les educa en Clairefontaine y triunfan en grandes clubes europeos. Entonces, ¿Blanc los prefiere blancos aunque predominen los negros? Esta redundante y falaz pregunta se contesta con un rotundo no. Sencillamente, se apuesta por la formación de los jugadores de piel negra y, como es obvio, son ellos los que llegan a triunfar. A fin de cuentas, en la diversidad está la magia y es el fútbol ese deporte que consigue unir a todos. Da igual tu color de piel.
Fuente: Halftown. Blog Fútbol no es fútbol.
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