10 de septiembre de 2011

Lírica Pachanguera: Capítulo 17


Con unas condiciones meteoróligas más benevolentes, al partido de hoy llegué nuevamente tarde. La tradición sacrosanta de una reparadora siesta, fruto de una agitada mañana, tenía la culpa de ello. Por fin, hice acto de presencia en Los Salesianos repleto de una solitaria muchedumbre que tenía el excelente gusto de asistir a vernos jugar. Decir, además, que me alegré gratamente de la presencia de Alberto, básicamente, por el redondo amigo que venía acompañándole y que, sin saber cómo, nos había ahorrado gastarnos un euro en un balón novísimo.

Una vez allí, una calor adherente nos acompañó prácticamente durante todo el transcurso de la tarde aunque, por suerte, la escurridiza sombra también fue benevolente y nos ofreció una generosa penumbra a la luz del día que nos hacía cansarnos menos. No obstante, las pájaras, especialmente las mías, fueron frecuentes dado que las temperaturas no eran precisamente bajas pese a la sombra.

Ingresé en el equipo integrado por Muros Rueda, Ale el Niño, Luis, Alberto y un recién aterrizado Adalai cuyo paredero desconocia en los últimos meses a pesar de vivir muy cerca mía. Nuestros oponentes eran el equipo formado por Romo, Superescu, Colmena, Fran Díaz, el sin par Carlos Capi y un último fichaje como Alejandro, carente de seudónimo.

A poco que observeis, parece evidente que los equipos estaban compuestos por seis personas, de modo que un cambio por parte de cada equipo era indispensable para jugar un cinco vs cinco. Dadas las dimensiones de la pista, equipos de seis personas resultan inviables y, además, los cambios nos venían bien por si alguno de los nuestros se cansaba y deseaba ser sustituido.

Después de calentar, jugué en este equipo que, sin contar el final, no lo hicimos del todo mal. Fue entonces cuando presencié el arrebato de ira de nuestro Muros Rueda que tuvo como víctimas la pierna de Carlitos y la espalda de Colmena e incluso Superescu se encendió cual farola a la medianoche. ¿Las causas? Un disparo teledirigido de Carlos Capi que se estrelló en la malograda entrepierna de Muros Rueda que, afortunadamente, salió ileso ante tan suave caricia genital.

En el partido todos lo dimos todo. Hasta Manolo aportó su zona noble. En ocasiones, a los rivales les costaba llevar a cabo una salida de balón y cometían algunos errores clamorosos en zona peligrosa que aprovechamos para anotar o, en su defecto, mandarlo a un palo, directamente afuera o a alguna pista contigua cercana. Precisamente, fue a Muros Rueda al que lo vi más metido en el partido. Se le veía técnicamente mejor, encaraba, en ocasiones se iba e incluso marcó un gran gol tras un fuerte disparo.

Siguiendo en mi equipo, Luis hizo bien sobre todo la salida de balón aunque a veces se pasaba de vertical y no la pasaba. Lo vi un poco meno seguro que de costumbre en la retaguardia pero fue importante en el juego de nuestro equipo. Un jugador muy similar a él es Alberto que, pese a no tener suerte de cara a la portería, comenzaba a tocar el balón y de cabeza constituía un peligro a los oponentes.

Me gustó mucho Ale, nuestro niño, que si bien debutaba con nosotros en esta temporada 2011/2012. Lo hizo casi todo bien. Tiene una gran conducción de balón, visión de juego, desborde, regate y constituye una transición defensa-ataque importante para nuestro equipo. No obstante, a la hora de pasarla lo vi un poco reacio y en alguna ocasión perdió los nervios. De todos modos, en líneas generales, un notable para nuestro niño. Yo salí como un toro, vi portería con mucha facilidad, protagonicé al principio varias ocasiones fallidas, en el aspecto del control me vi mejor e incluso marqué un gol importante para nuestro equipo.

En el equipo contrario, me gustó mucho Superescu que marcó la friolera de cinco goles. Nos endosó una manita que haría callar hasta al mismísimo Mourinho mientras masticaba un refrescante Trident Five. Estuvieron muy acertados Colmena y Fran Díaz que forman un tándem de lujo, son generosos en el pase, marcan goles, desbordan y hacen jugar a su equipo. A Romo no lo vi mucho, en primera instancia, porque con esa curiosa mata de pelos cada vez le distingo menos los rasgos faciales. Ya en serio, estuvo bien, tranquilo en el pase, hábil y simpático en el ficticio vestuario de su equipo. Al que realmente no vi mucho fue a Alejandro que me dejó buenas sensaciones, corría y parece un buen compañero.

Ahora bien, me dejo lo mejor para el final. Para mí, el mejor del partido, además de Superescu que metió cinco chicharros, fue Adalai. Partía de la concepción de que el balón tenía que pasar por su poder para que el equipo siguiera la senda del triunfo. Sus pases eran milimétricos, pasaba cuando tenía que pasarla, regateaba con éxito cuando así lo creía conveniente, corría y, por si esto pareciera poco, incluso marcaba goles. Chapeau para Adalai. Espero que siga así aunque sólo sea para que le dedique un extenso párrafo en mis solicitadas crónicas.

En el aspecto táctico, el encuentro no dio mucho más de sí. Ellos aprovecharon su gran pegada para marcarnos aunque a veces les costara sacar el balón. Cuando nuestro juego no se basaba en un balón alto, teníamos más facilidad para empezar la jugada y crear ocasiones que un inspiradísimo Adalai marcaba. A grandes rasgos, así transcurrió este partido.

En definitiva y, para concluir, lo que no me gustaría pasar por alto es algo que tristemente nos acompaña casi todas las tardes, por no decir todas. Hablo, simplemente, de esos malos rollos generalizados que suele haber por alguna acción concreta. Es cierto que las patadas son gajes del oficio pero enfrentarse con amigos por algo tan inútil como el fútbol es una de las cosas más opuestas a la inteligencia que mi mente puede concebir. Espero por el bien del deporte que estas faltas de respeto se transformen en buen rollo y, a su vez, derive en un envidiable ambiente de buen rollo y compañerismo.

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