Hoy era el día tan esperado. El día en que todos los culés esperábamos con ilusión la gran remontada. Al frente, un equipo en el que habíamos depositado fe ciega. El objetivo era marcar como mínimo dos goles para poder aspirar a ostentar la Supercopa de España ante el Sevilla. Igualado a laureles con el Real Madrid con ocho entorchados cada uno, el Barça acudía a la cita como favorito y la afición esperaba con ansia el deseado debut de David Villa.
Recuperaba a los internacionales y partía con la siguiente formación: Valdés en portería. En defensa; Dani Alves, Abidal, Piqué y Maxwell. Al centro del campo volvía Xavi acompañado de Keita y Sergio. Y arriba tridente de lujo formado por Bojan, Pedro y Messi. El argentino rubricó un encuentro en el que demostró su calidad, como hace habitualmente, y la capacidad de estar en los momentos decisivos.
El Sevilla acudía tras la reciente derrota contra el Braga y la presión del Nou Camp. Aún así, no pudo hacer nada ante el Barça que lo ninguneó. Los futbolistas del Sevilla parecían bolos, como diría el showman Pepe Reina. Desde el principio, se vió a un Maxwell crecido, muy ofensivo como suelen ser los laterales brasileños desde el Mundial de 1970 y con facilidad para ofrecer pases eficaces. Y llegó el primero: una soberbia jugada de Pedro -antes Pedrito- lo dejaba en un mano a mano contra Palop que, en el rechace, Konko se las ingenió para colaral en propia meta. Comenzaba, así, el baño...
El FC Barcelona empezó a mostrar su dominio aplastante con todo lo que ello implica; un inmenso Xavi Hernández se sacaba pases de la manga, respaldado por Piqué y contando con la fantasía de Messi. De la mano del argentino, llegaría el primero con pase de la muerte del "6" y batir por bajo a Palop. En cambio, el Sevilla no encontraba su sitio en el campo, mostraba discontinuidad en el juego y no triangulaba en condiciones.
Así llegó el tercero, de nuevo, Lionel Messi, tras picar el balón a la salida de Palop. Se llegaba de este modo al descanso con un marcador de 3-0 favorable a los blaugranas. Dicho sea de paso, tras anotar este tanto el partido quedó roto, por no decir sentenciado y ni que decir tiene el jarro de agua fría que ello conllevaba para la moral sevillista. Simplemente, un marcador tan adverso de camino al túnel de vestuarios significaban malos presagios y una sentencia casi matemática.
Tras reanudarse el match, el Barça siguió tocando y tocando, presionando y creando contundentes ocasiones frente a la pasividad sevillista. Aproximadamente a los diez minutos salieron Iniesta y Villa entre fervientes aplausos que se mezclaban con alguna consigna de apoyo a Ibrahimovic. El resultado prometía: Villa y Messi se intercambian gradualmente de posición con el objetivo de internadas en el área mediante diagonales del jugador asturiano y combinar con Messi. De este modo llegaría el cuarto. Andrés Iniesta buscó atraer a los defensas sevillistas hacia la línea de fondo y pasar hacia atrás haciendo creer a los adversarios que iba a chutar. Messu rematando a placer. El pítido final significó revalidar título de Supercampeón de España, convertirse en el Rey de Supercopas y el octavo galardón en la era guardiola.
Siempre eterno. Gracias por todo. FCB.
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