Por fin llegó el día tan esperado. Contábamos las horas como el niño que espera impaciente sus regalos de Reyes. Era el partido más esperado entre dos de los clubes más grandiosos del mundo y, en la actualidad, los que practican el fútbol de forma más eficiente. La previa fue sonada. Mientras Mourinho lanzaba dardos envenedados al Barcelona pero sin dirección consistente, los de Pep tenían bien claro que sólo debian responder en el campo. Y me temo que algo así fue lo que ocurrió.
Quizás te pilló en casa, acomodado en el sofá si es que tienes la suerte de tener tele de pago. A lo mejor, te pilló a la salida del trabajo. Si te pareces a mí, quizás acabaste en un bar muy concurrido con dos rubias al lado. Y con dos cervezas también.
Sea como fuere, la verdad es que durante toda la semana no se habló de otra cosa e incluso se filtró por ahí el impresionante mosaico que iba a mostrar en Camp Nou que decía T'estimo Barça. Lo que pocos nos podíamos imaginar es lo que pasó que podríamos clasificarlos como una goleada histórica a semejanza de la de 1994. A modo de tarjeta de presentación, podíamos ver sobre el terreno de juego a un total de once campeones del mundo en sus respectivos onces iniciales.
Los fantasmas del Inter empezaban a asomarse y, de hecho, muchos pensamos que el Real Madrid colocaría el autobús detrás esperando con paciencia las ocasiones y que el partido se pusiera favorable. En cambio, el Barça sabíamos que iria a por todas, jugando como sabe, aplicando su filosofía y respondiendo sobre el terreno de juego. Pero era obvio que este Madrid era diferente a el de temporadas pasadas y que sería difícil burrearle a semejanza del 2 a 6. Aunque la verdad es que el chorreo del Bernabeu se queda corto.
Estaba claro que son dos equipos diferentes, con dos estilos de juego totalmente distintos. No vamos a descubrir ahora al Barça con sus triangulaciones, pases, visión de juego y genialidades de Messi y compañía. El Real Madrid apuesta por un fútbol más vertical y directo en el que el balón pasa poco por el centro del campo donde no hay jugadores demasiado creativos. El equipo merengue se decanta por la pegada de Ronaldo y Di María.
Y así comenzaron las cosas. Los primeros compases mostraron un rotundo dominio culé en el que el Madrid era el espectador invitado. No presionaban, no corrían y lo peor de todo: la motivación se había ido de paseo. Entre toque y toque del Barça, un genial pase de Iniesta le llegó a Xavi que, pese a dejárselo atrás, se lo colocó habilmente para batir a Casillas. Era el 1-0.
A nivel anecdótico, el duelo entre los dos jugadores del momento, Messi y Cristiano se lo llevó de calle el argentino. Ante la poca pegada del Real Madrid, Ronaldo no pudo hacer nada para batir a Valdés. Sólo acaparó algo de protagonismo en la acción en la que le dio un empujón a Guardiola tras esconderle el catalán el balón. En efecto, fue un partido intenso y las tánganas fueron constantes.
De las botas de el de Tarrasa nació el segundo gol. Pase por alto a Villa, quiebro de El Guaje hacia fuera y asistencia a Pedro que colocó el 2-0 en el marcador. Así se llegó al descanso, con una amplia supremacía del Barça entre alguna tímida ocasión de los blancos que era atajada por la defensa culé, la cual se las apañaba para sacar el balón jugado raso y combinar de la forma que mejor sabe su juego.
También fue la noche de Villa. En la goleada al Almería, el de Langreo no pudo anotar ni un gol pero anoche se lució por partida doble. Cabe destacar el sublime pase de Messi que supuso la asistencia del segundo gol del asturiano. La rúbrica a tal histórica noche la puso Jefren entre entusiastas celebraciones enel estadio.
En definitiva, se trata de la imposición de una filosofía, de un estilo de juego, de saber hacer las cosas bien y de una calidad que dista años luz de la de los demás. Además, todo se combina con la madurez que ha adquirido la plantilla respecto a temporadas anteriores. Cristiano Ronaldo demostró una vez más que no sabe estar a la altura de las circunstancias en los momentos realmente importantes. Eso le hace retroceder del camino de ser un crack. El señorío madridista se reencarnó en la piel de Sergio Ramos, realizando entradas brutales e incluso dando manotazos a sus compañeros de selección como Puyol o Xavi.
¿Sabeís lo mejor? Que este Barça tiene futuro y así lo ha demostrado esa cura de humildad en la que incluso marcó quien menos se pensaba Mourinho. Fue la lección a que no hay que comprar antes el perro que el collar y por supuesto, que en fútbol sólo se discute con un balónde por medio.
Gracies, Barça.
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