8 de noviembre de 2010

Lírica Pachanguera: Capítulo 7


Os lo ruego, perdonad por el retraso pero fueron muchos los sucesos del viernes y me he tenido que tomar un tiempo para ordenarlos y puntuarlos como es debido. Ya puedo contaroslos muy tranquilo. Porque de eso se trata, de estar tranquilos.

El invierno empieza a tomar lo que es suyo empañando de matices grises y lluviosos los días. Era uno de esos días en los que uno se encuentra bien. En realidad, me encontraba sumamente bien, era de aquellas tardes en los que todo lo que puede ir bien, sale bien. Parecía poseído por una especie de deidad que me otorgaba un poder ilimitado. Así que psicológicamente parecía dispuesto a poder jugar bien y así acudí a mi cita salesiana como acostumbro hacer cada viernes escuchando, obviamente, Viva la Vida. Por si hay quien aún no lo sepa, sí, es mi canción favorita.

No me acuerdo desde cuando pero la verdad es que hacía bastante tiempo que no jugábamos en la pista que está en la mitad de la cancha aún estando la del fondo vacía previamente. Como telón de fondo, añadir la bonita estampa de atractivas chicas jugando al voleibol con ajustados y turgentes pantalones que le concedía un ambiente especial a la tarde. De hecho, no fueron pocos los que se paraban a contemplar a algunas de ellas bajo la excusa de ir a por el balón. ¿Acaso me equivoco, Rebollo?

Acudimos prácticamente los de siempre a excepción de Mateo que con esta suma la segunda semana consecutiva sin aparecer por allí. Jorginho llegó a buena hora puesto que su horario le concedió una tregua y le dió permiso para jugar. Marcó dos goles (uno de ellos a mí) y lo intentó con entusiasmo. El terror de las nenas se iba de quién le salía de la entrepierna, te la hacía hasta en una baldosa. ¡Vaya con Jorgito!

Con Romo discutí poco sorprendentemente porque lo vi más seguro en el juego y rifaba menos los balones. Hizo un buen partido tanto de portero como de jugador de campo. Germán apareció enfundado de Pedro, antes Pedrito, y qué voy a contar que nadie sepa. Hizo un gran partido mientras le echaba la bronca a Carlitos que ejercía de improvisado portero. Por cierto, el Capi ya se encuentra bien de su mano tras cierto incidente con una botella de ron blanco. Yo me destaqué como abrelatas de la tarde pero no me convenció mi rendimiento y finalmente tuve que abandonar el campo por acentuadas molestias en el pie derecho.

Dicho sea de paso, en el momento que me disponía a abandonar la pista fui testigo de una acción peculiar que enrareció el ambiente de la tarde. Básicamente, se trataba de una tángana protagonizada por una silla. Cuando yo estaba en el cole, jugábamos al juego de la silla consistente en la eliminación del que se quedara sin asiento. Vale, daba coraje que te eliminaran pero no recuerdo que llegáramos a las hostias. Un incidente lamentable que todos esperamos que no se vuelva a repetir. Eso sí, estamos tranquilos, tranquilos, tranquilos...

Otra acción peculiar la protagonizó Germán, un desdichado chaval que jugaba al básket y un balón. Es conveniente apuntar que el balón se estrelló en la cara del chaval a unos cincuenta metros por segundo tras el fuerte zambombazo enchufado por Bordoy. El amigo se quedó aturdido un rato tras caer clavado al suelo y rápidamente nos movilizamos hacia el lugar hasta que se incorporó sin daños personales.

A modo de conclusión, me gustaría comentar algunas actuaciones antideportivas de la tarde como interceptar el tobillo de un contrario en el momento de lanzar una falta, la repetitiva acometida de patadas o el uso abusivo de regates. Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que ello constituye una falta de respeto a todos y cada uno de nosotros por lo que no estaría mal que se pusiera punto y final al mamoneo. Como diría Schuster: No hace falta decir nada más...

Viernes, 5 de noviembre de 2010.

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