11 de agosto de 2011

Pierluigi Collina y arbitraje en general


El post que sigue a continuación es un homenaje a esos hombrecillos de negro, aunque ahora los haya amarillos, rojos, azules e incluso blancos, que vemos deambular por los terrenos de juego al son de los jugadores y cuyo agudo soplido sirve para que el juego se pause. En concreto, también se analizará la figura de uno de sus máximos exponentes, el colegiado italiano Pierluigi Collina así como sus partidos más relevantes.

Se puede considerar como una injusticia el hecho de que los árbitros no estén tan valorados como deberían estarlo. Su actuación decide el devenir de un partido, la disciplina impuesta por ellos en el terreno de juego resulta imprescindible y precisan de un estado de forma óptimo que les permita correr adecuadamente. A buen seguro que nadie se ha parado a pensar en los kilómetros que puede llegar a correr un juez en el transcurso de un partido, ya sea bajo el ardiente sol o la tundra más gélida que se pueda imaginar.

En realidad, hay un caso aún menos valorado que el de un árbitro. Ese caso es, por así llamarlo, como el paradigma de la indiferencia y, al igual que estos, sólo se les recuerdan cuando una decisión errónea ha transformado drásticamente el encuentro. En efecto, los jueces de línea, también conocidos como liniers, no encuentran más consuelo que la taciturna cal que marca los límites del campo.


Si el trabajo de los árbitros resulta de vital importancia, el de los jueces de línea no es en absoluto menos importante. Básicamente, son los responsables de pitar una acción ilegal en sus aledaños y, sobre todo, se encargan de señalar los fueras de juego. La velocidad con que se suceden las jugadas, la perspectiva de los jugadores y el plano de observación distante de la línea de defensa no hacen más que dificultar su labor. 

En general, la labor de los señores colegiados nunca ha sido valorada y, con toda probabilidad, jamás lo será por los aficionados y medios de comunicación a los que rara vez se les escuchan palabras de elogios para ellos. Los trencillas son algo así como el tribunal de justicia del fútbol, con una importancia nublada por los posibles fallos que puedan cometer. De humanos es errar.

Hasta ahora he usado la palabra trencilla como sinónimo de árbitro. Es posible que dicho término resulte vago, lejano y poco conciso. Si es así, allá va la explicación. El origen viene de un recurso lingüístico llamado sinécdoque que consiste básicamente en denominar a un todo como una de las partes que lo forman. En esta designación, la trencilla es una fina cuerda que va atada al silbato para poderlo colgar del cuello.

 

En esta misma línea y, sin salir de los terrenos del arbitraje, en la última década ha habido una figura de este incomprendido mundo cuyo familiar y carismático rostro pasó a formar parte del fútbol de finales de los noventa hasta mediados de década. Hablamos, cómo no, de Pierluigi Collina.

Nacido en Bolonia en 1960, es licenciado en Ciencias Económicas desde 1984. Mientras jugaba de joven en equipos amateurs, advirtió sus buenas dotes para el mundo del arbitraje y en 1977 comenzó a prepararse el curso arbitral para su posterior enrolamiento en categorías inferiores. En 1991 ya arbitraba conjuntamente partidos de la Serie A y Serie B italiana.

Es considerado el mejor árbitro de todos los tiempos por la IFFHS y, actualmente, es el máximo responsable del Comité de Árbitros de la UEFA. Además, ha arbitrado importantes encuentros como la final de la Liga de Campeones de 1999 entre el Manchester y el Bayern de Múnich en la que es recordado por levantar del césped y consolar a los jugadores del conjunto teutón donde yacían derrumbados y hundidos.

 

Anteriormente, en el Mundial de Francia en 1998 había pitado un aburrido e intranscendente Holanda - Bélgica del grupo E en Saint-Denis que acabó con un resultado de empate a cero. En aquella cita mundialista, también vivió desde el césped un partido algo más interesante que el anterior entre las selecciones de Francia y Dinamarca que ganó la anfitriona por 2-1 con goles de Djorkaeff y Petit frente al solitario gol danés de Michael Laudrup.

Se cruzó en el camino de la selección española el 25 de junio de 2000 en el partido que enfrentó a La Roja con la selección francesa y en el que, para no romper con la maldición vigente, España cayó derrotada en cuartos. Collina estuvo acertado en aquel encuentro, pitando dos penaltis para España con ninguna protesta de los jugadores franceses. El primero, de Thuram a Munitis, lo materializó Mendieta. No obstante, el segundo disparo desde los once metros Raúl lo lanzó al cielo de Brujas. 

Dicho sea de paso, en aquella Eurocopa también arbitró un Holanda República Checa del grupo D en el que la selección oranje ganó por un gol a cero, obra de Frank de Boer. Análogamente, en el grupo A fue el encargado del siempre interesante Inglaterra Alemania con victoria de los Pross con gol de Alan Shearer.

 

En el Mundial de 2002, los arbitrajes fueron muy cuestionados debido, en mayor medida, a las nefastas actuaciones de los colegiados en los encuentro de Corea del Sur contra las selecciones italianas y española. En las manos de Pierluigi Collina estaba, además del silbato, la responsabilidad de dejar en buen lugar al cuerpo arbitral y de acallar algunas críticas, mantiendo su reputación impoluta.

Fue de nuevo testigo de la victoria de Inglaterra ante Argentina en el que señaló exitosamente un penalti cometido sobre Michael Owen que transformó Beckham. Asimismo, en la ronda de octavos de final, arbitró la derrota de Japón, una de las anfitrionas, ante Turquía por un gol a cero. Su gran papel en un Mundial donde tristemente los árbitros fueron protagonistas le valieron para ser elegido árbitro de la final entre Brasil y Alemania en la que de nuevo estuvo a la altura de los acontecimientos. Sólo sacó dos tarjetas amarillas a los jugadores Roque Júnior y Miroslav Klose.

Su último gran torneo fue la Eurocopa de Portugal en 2004, año en el que también pitó la final de la Copa de la UEFA entre el Valencia y el Olympique de Marsella que el equipo ché se llevó a España por un marcador de dos a cero. En aquel europeo de 2004, suyo fue el encuentro de Grecia ante República Checa de semifinales y pitó el gol de plata de Dellas que le daba a Grecia el pase a su primera y única final hasta la fecha. 


En el grupo B, se colgó el silbato para el Inglaterra Croacia que ganó la selección de las ilas por dos goles a cuatro y, del primer grupo, arbitró una final adelantada entre Portugal y Grecia que también ganaron los griegos por un gol a dos. Los goles fueron de Cristiano Ronaldo, Karagounis y Basinas. Ese año, 

Dentro del terreno de juego, se caracterizaba por su infranqueable concentración que le permitía estar atento con un rango de acierto elevado, rozando casi la perfección. Además, su figura autoritaria, pero no despótica, le llevaba a ser cuestionado en muy pocas ocasiones. Cuando un jugador se lesinaba o recibía un golpe, se preocupaba por él y su aspecto simpático junto a su profunda mirada le hacía muy cercano. En Italia, fue uno de los árbitros que salieron limpios del caso de corrupción Moggi dado que no benefició a la Juventus en ninguno de aquellos partidos amañados. Por su estilo y disciplina, hasta los jugadores de dos metros se le amilanaban, mientras daba la sensación de que realmente se lo pasaba muy bien en su trabajo.

En terrenos ajenos al fútbol, Collina se ha prestado para algunas campañas publicitarias como Opel y un videojuego de fútbol. Ha declarado que anima a un equipo de baloncesto de su ciudad, el Fortitudo Bologna y, de su archiconocida calva, ha afirmado que padece una enfermedad crónica llamada alopecia areata que provoca una caída irrefrenable de su cabello. Asimismo, ha manifestado que lo único que lamenta de su carrera es no haberle podido arbitrar a Maradona dado que cuando empezó a ejercer de juez en el Calcio, El Pelusa ya no estaba en Nápoles. Se retiró en 2005 a la edad de 45 años no sin antes haber dejado, detrás de sus incontables partidos, una frase para la posteridad: El fútbol es un juego imperfecto en el que, paradójicamente, se exige que­ los árbitros sean perfectos.

 
Su inequívoca calva es, junto a la de Fabier Barthez, una de las más conocidas del mundo del fútbol así como sus ojos claros y saltones. Es, indudablemente, uno de los árbitros más recordados de la historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario