30 de abril de 2012

La vergüenza de España


Estás a punto de zambullirte en uno de mis corrosivos artículos. Si eres madridista o simpatizante del equipo merengue, te aconsejaría que no siguieras leyendo más allá de este párrafo. Entiéndeme, la salud es lo primero. Para el lector que sienta los colores, este artículo puede tener indeseables efectos para su vida cotidiana. Y ya sabemos que lo malo es lo único que se pega...

Empezaré suave. En primer lugar, hay que darle la enhorabuena al Real Madrid por el merecido título de Liga que han cosechado. El torneo doméstico es la competición de la regularidad y, para cantar el alirón, un equipo debe ser constante desde agosto a mayo, sin tregua ni concesiones. El Barcelona perdió vitales puntos que, por su parte, el Real Madrid sí ha sabido aprovechar como es debido. ¿Número excesivo de penaltis pitados al Madrid? Tal vez, pero qué mas da. Es el Real Madrid.

Les felicito. Ante todo, soy deportista. Dicho esto, te pediría, querido lector, que visualizaras el momento en que el Real Madrid ganó al Barça en el Camp Nou. ¿Qué ocurrió después? Sí, además de que sonara el himno del Barça... No, nadie le metió el dedo en el ojo a nadie. No hubo tánganas ni patadas fruto de la impotencia. Tampoco se sucedieron un recital de agresiones desmedidas. ¡Qué extraño! ¿Qué ocurrió entonces?


Con toda probabilidad, sonará extraño, pero el Barça ha perdido. No es una imagen a la que estemos acostumbrados pero así es el deporte. Lo realmente atractivo del fútbol es precisamente lo cambiante que es. Se puede pasar de la cumbre del éxito, divisando todo desde una narcótica nube de victorias, a un cúmulo de dolorosas derrotas que pueden dar al traste con toda una temporada. Es lo que hay...

Pero aún no he respondido a la pregunta. ¿Qué sucedió después de que el Barça perdiera ante el Real Madrid? Paradójicamente, sí se cumplió lo que se corea en el himno del Real Madrid: Cuando pierde da la mano... El Barça dio la mano, no la pisó, felicitó al rival, el público gritaba a los cuatro costados ¡Barça! y no se observó ninguna posible tentativa de pique, pelea o disconformidad. El Real Madrid, por su parte, presume de señorío pero los señores Mourinho y Cristiano se están encargando incansablemente de tirar por la borda 110 años de mítica historia.

Cataluña es un país civilizado que sabe dar la mano cuando pierde. Es muy fácil arremeter contra el colegiado cuando el resultado no es del todo favorable. Ésa es la opción sencilla. Curiosamente, no se han observado tediosos Trending Topic's con el ufano lema #RoboAlBaça. El seny de Cataluña y los valores del Barcelona trascienden lo deportivo. La semana oscura del barcelonismo de aderezó con la pecaminosa derrota ante el Chelsea. Había que guardar silencio. La Décima estaría a punto de llegar... o, tal vez, no.


Las campañas de desprestigio patrocinadas por Marca y Punto Pelota habían comenzado. Diez años después, el Madrid sigue buscando su Décima Copa de Europa, como el equipo pequeño, la permanencia. Para variar, se les hace oídos sordos a los equipos que osan interponerse al paso del mejor equipo del siglo XVI. ¿Qué diablos importa que el Bayern de Múnich, con cuatro Copas de Europa, se cruce en el camino? El Real Madrid irá a Múnich, valga la redundacia...

Como diría aquél, va a ser que no. El fútbol y, por extensión, el deporte, nos ha enseñado a respetar el aforismo No hay que vender la piel del oso antes de cazarlo. Toda la prepotencia, erigida sobre montañas de presuntuosidad y edulcaradas con una pizca de los siempre nutritivos productos lácteos de La Central Lechera se desmoronaron como castillos de naipes. 

Cristiano Ronaldo queria emular a Messi. Por una vez, lo consiguió. Falló el penalti decisivo en la tanda como hiciera La Pulga un día atrás. El disparo fallido de Ramos mandó la Décima a la décima galaxia paralela y el errático Kaká siguió coronándose como la eterna promesa. Salvaría a Casillas, con dos sufridas paradas que no valieron para comprar el billete a Múnich. Un ensordecedor silencio se apoderó del Bernabéu. Había que romper esa crispada atmósfera para espetarles en sus encolagenadas caras: La prepotencia se paga. No se puede acceder a una final de Champions fallando tres penaltis. Lo siento, no quería decirlo pero, así es el fútbol.


Decía Einstein que la práctica derrumba la teoría. En el fútbol, la analogía consiste en que las actuaciones sobre el césped derrotan a las palabras. De hecho, el mítico Rivaldo era ese tipo de jugador. Jamás contestaba a la críticas. Éstas caían secas como la hojarasca con sus formidables actuaciones en el campo. Algo así ocurre en el Barça. Yo no entiendo por qué Mourinho no esperó al árbitro esta vez en el párking del Camp Nou. De verdad que no entiendo...

Así pues, los ambientes respirados en el Camp Nou y en el Bernabéu tras la derrota son muy dispares. En el primero, se asume y se confía en el proyecto y la filosofía. Los árbitros ni se mencionan. En el Bernabéu, se vilipendia al colectivo de los árbitros, sectores de la grada piden la destitución de Mourinho, se vitupera a los jugadores y así podríamos seguir. 

Os dejaré a cuadros. Prefiero que el Madrid gane. Mourinho me tildaría de hipócrita pero no me llena chorrear -recordemos el 2-6 y el 5-0, que decían que era injusto- si este grupo de indeseables, perpetrados por un sólido imperio mediático, por llamarlos de algún modo, se dedican a empañar todas las victorias culés con sus sonrojantes actuaciones. No saben perder. El Real Madrid es un insulto para el deporte. Jamás debería haber existido un equipo así. Para concluir, un dato: las tánganas en los clásicos sólo se suceden tras las derrotas merengues. ¿No me creen? Ahí están los vídeos...

Fútbol Club Barcelona, grande cuando gana, pero aún más grande cuando pierde...

1 comentario:

  1. Una vez más, sublime artículo. Un poco estridente en ciertas fases, pero completamente cierto. Completamente verdadero.

    Hasta cuando uno de los dos colosos cae, se sigue viendo, se sigue demostrando de qué pasta esta hecho cada uno. Formidable el señor Guardiola, infame el Real Madrid. Es una lástima que 114 años, más o menos, de caballerosidad queden en papel mojado porque sus empleados sean más propios de puticlubs, o sean chulitos de playa.

    Es la verdad, Mourinho es un empleado, pero va firmando renovaciones a base de poder. Toda su carrera, que se sepa, lo ha hecho así, en plan manager.

    Guardiola siempre ha tenido el poder que se ha ganado pero seguía siendo entrenador, con Txiki o Andoni detrás aconsejando sobre sus decisiones. En definitiva, vaya donde vaya, ha demostrado que no necesita más para ser un caballero y lograr la cima.

    Cada cual, acaba delatándose.

    Maravilloso artículo, un abrazo.

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