24 de diciembre de 2011

Lírica Pachanguera: Capítulo 19

 

La de hoy es una crónica navideña. Aquí, a diferencia de nuestra Liga, no nos tomamos vacaciones navideñas. Sin cobrar esos estratosféricos sueldos, puede que la causa sea el mono que nos invade cuando se va aproximando la hora de jugar y ese nerviosismo que nos evoca a un niño en una mañana de reyes. Tómate esta crónica, querido lector, como mi regalo navideño, y esperando que para el año entrante las haya aún mejores, si cabe.

Llegué al recinto salesiano con Jorge y, como solemos hacer últimamente, nos pusimos a calentar. Paulatinamente, comenzaron a llegar los demás. Dicho sea de paso, hay que mencionar la aduladora presencia de un espectador de lujo, nuestro David Villa particular. Salido recientemente de una lesión, Muros Rueda no dudó en acompañarnos.

Me vi en el equipo junto a Emilio, al que por cierto me alegré de ver por allí, Ale, Joel y el susodicho Jorge González. Comencé bastante enchufado, de hecho, anoté el primer balón que toqué, algo que nos dio bastante confianza para afrontar el partido. Es lo que suelen decir: un gol tempranero equivale a dos. Y más cuando enfrente teníamos a Cobo, Colmena, Fran Díaz, Fran Montero y Alberto. Se imponían, de este modo, dos bloques: el nuestro, repleto de jugadores de perfil técnico contra un cuadro mucho más rocoso y especulativo. El duelo directo entre dos maneras de entender el fútbol.

Quiero destacar, como hombre muy importante en mi equipo, a Joel. Se erigió como el inquisidor del medio campo y, por fortuna, ofreció un juego menos duro y más técnico. Dicho esto, también decir que me enamoró su gran capacidad para sacar el balón jugado desde la cueva. Nuestro juego era muy combinativo. Nos asociábamos con facilidad. En resumidas cuentas, éramos una sublime delicia en el paladar.

Emilio aportaba la fantasía. Ofreció su faceta más seria, aunque cueste creerlo. y marcó buenos tantos. Jorge estaba mucho más integrado en el campo y gozó de una mayor confianza. Mi sociedad con él fue muy edificante y, de hecho, marcó buenos tantos, consagrándose como uno de los máximos goleadores de la tarde. Además, estuvo muy bien contar con Ale en nuestras filas. Tiempista en su juego, nuestro chico aportó calidad, abría espacios, regateaba, participaba y, pese a su envergadura, conseguía zafarse de tíos que en altura lo duplicaban e incluso le triplicaban.

Fue un partido abierto, con muchos goles, al estilo inglés. Ambos equipos ofrecimos nuestra cara más ofensiva en el campo. Cobo, algo más vertical en su juego, atacó bastante y supuso un cerrojo imprescindible en el equipo. Galopaba incansablemente para empezar la jugada y vio porteria, situándose como el ideólogo de su equipo. Mencionar, por supuesto, la que le dio a Dani, amigo de fechorías de Romo, que se incorporaron al terreno de juego después. El sin par Carlos Capi también tuvo su aportación en su equipo. Mi dedo meñique aún se acuerda de él y del relojazo que le propinó. Alberto aportó su inapelable capacidad en el juego aéreo, buscando la espalda de los marcadores.

Jorge Colmena, al que cada día veo más parecido a Cesc, se coronó como un Makélelé blanco de Los Salesianos. Por supuesto, lo digo sin hacer alusión a atributos sexuales. Me refiero a que fue una sombra para mí y casi no conseguí regatearle. El gol de vaselina que marcó fue, sencillamente, apoteósico. Forma un tándem explosivo con Fran Díaz, al que veo más depurado técnicamente que antes. Él se encargó de abrir la lata para los suyos y suponía un peligro por banda, tirando desmarques y abriendo huecos. Gran partido sin duda.

Para mí, uno de los mejores jugadores que he visto es Fran Montero. Nuestro Messi, con aire a Rafa Nadal, corre como una gacela y parece tener algún tipo de adhesivo en su bota que le permite atrapar el balón con una espasmódica capacidad. A Dani cada día lo veo mejor. Le echa más coraje al tema y veo que se divierte. Un gran tipo, sin duda.

Siempre digo que soy un hombre de palabra y hoy lo pongo de manifiesto. El mítico Ángel Romo parecía no verme en todo el partido. No obstante, me callo la boca con un sutil pase entre líneas que me dejó sólo ante Carlitos y pude anotar al segundo palo. Lo prometido es deuda, Romo.

La nota humorística de la tarde la protagonizaron Jorge y Carlos con su parada en la línea de gol a lo Casillas ante Perotti. Jorge aún no se explica cómo pudo fallarlo y Emilio, con su contagiosa risa, todavía anda riéndose. Juro que no lo vi. Cuando me quise dar cuenta, vi a Emilio revolcándose por el suelo de risa y a Jorge aturdido, como disculpándose consigo mismo mientras le pedía explicaciones a una deidad maligna del fútbol que no le había dejado marcar.

La tarde de ayer se mereció una crónica. Si mi tiempo fuera más amplio, le dedicaría una más describiendo minuciosamente los entresijos del partido. Me quedo con el buen rollo imperante, ninguna discusión y un ambiente fresco y distendido, mucho más respirable. Curiosamente, no asistieron muchas personas que, afontémoslo, contribuyen a que suceda exactamente lo contrario. ¿Casualidad? Quién sabe...

Viernes, 23 de diciembre de 2011.

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