Hoy la cita tenía lugar en Valencia. Allí las matemáticas nos anunciaban que, sumando tan sólo un punto, nos proclamaríamos campeones de liga... por fin.
Se trataba de una tarde calurosa, bajo un sol radiante en un lugar que evocaba buenos recuerdos para el barcelonismo. En ese mismo escenario, el Barcelona logró el título de Liga en la campaña 2004/2005 tras seis años de sequía y rompiendo, de este modo, una etapa oscura en el club. Al otro lado, teníamos a un equipo necesitado en puntos para certificar su permanencia por lo que no nos pondría la tarea fácil...
Totalmente de verde, el Barcelona partía con Valdés bajo palos; una defensa de cuatro formada por un enérgico Abidal, Piqué con Mascherano como pareja de baile y Alves; Keita en el centro del campo por detrás de Xavi e Iniesta; la delantera la formaban Affelay en el costado izquierdo, Villa por el derecho y Messi en la punta. Pep decidió, por tanto, dar descanso a Puyol, Pedro y Busquets.
En líneas generales, no fue el mejor partido del Barça. La poca concentración en defensa hizo aguas en la construcción del juego. A decir verdad, fue un partido más bien aburrido y poco vistoso. De vez en cuando, apareció Messi para encandilar a propios y a extraños o para regatear a cuatro jugadores en una baldosa y estrellar luego su lanzamiento en el palo.
Jugando de memoria, llegó el primer y único tanto barcelonista. Un milimétrico pase de Xaví fue cabeceado de un modo magistrial por Keita que ahondó el balón hacia el fondo de las mallas. Era el 0-1 y el Ciutat de Valencia, que rebosaba de seguidores azulgranas, estalló en júbilo básicamente porque este gol daba la bienvenida al título de liga, al título de la regularidad.
Al descanso se llegaría con victoria por la mínima a favor de los visitantes. Sin embargo, en la segunda mitad un error clamoroso de Piqué a la hora de ceder el balón a Valdés y un amago de despeje extraño le sirvió el balón en bandeja de plata a Caicedo que firmó el empate. El Barça lo siguió intentando por medio de la magia de Messi, la calidad de Andrés, la importancia de Xavi y la poca puntería de Villa. Sin embargo, el empate le valía al Barça para cantar el alirón y al Levante le sumaba un punto de oro vital para su lucha por la permanencia.
Dicho esto, la mayor parte del partido la protagonizaron dos equipos que no tenían ninguna prisa. Más bien, esperaban ansiosos el pitido final. La poca profundidad del Barça y la pasividad del Levante elevaron el partido a un ritmo altamente recomendable para personas con problemas cardíacos. Pero el ambiente era otro: las sonrisas empezaban, los abrazos se sucedían y las pilas se preparaban para celebrar la fiesta por todo lo alto. Sonó el pitido final y...
Retrocede. No, más aún. Olvídate de los teléfonos moviles. Y sí, me temo que también de internet. Mira a tu alrededor y sustituye tu Kia por un Ford Escort. No te rías, pero la gente usa gafas de graduación considerable, se peina como nunca lo harías y su forma de vestir es un tanto estridente. Parece que estamos a principios de los noventa...
La hegemonía del Real Madrid en el torneo local había llegado a su cúspide y aquella mítica plantilla de la Quinta del Buitre había ganado la friolera de cinco ligas de forma consecutiva. En el Barça los proyectos directivos encabezados por Josep Lluís Núñez eran una avalancha que finalmente no germinaban satisfactoriamente. Fue entonces cuando en la tercera temporada de Johan Cruyff (1990/1991) las tornas comenzaron a tornarse de un modo diferente.
Su equipo, el Barcelona, que contaba con un joven director de orquesta llamado Josep Guardiola dio un salto cualitativo en el nivel de los grandes equipos europeos. Maravilló por la abismal cantidad de títulos logrados (entre ellos, cuatro ligas consecutivas) pero sobre todo imprimió un estilo personal indeleble en el club.
Hoy, veinte años más tarde, Pep Guardiola, sentado en el banquillo, es el encargado de revivir las vivencias de su mentor y maestro Johan Cruyff. El Noi de Santpedor ha ganado nueve títulos en las tres temporadas que lleva en el club, hoy mismo se ha proclamado campeón de liga por tercera vez consecutiva (algo sólo logrado por Cruyff) de una forma sinceramente merecida pese a lo que muchos digan.
Pep ha sido fiel al estilo de fútbol asociativo que aprendió en su etapa como jugador y lo ha perfeccionado con el legado que le brindó Frank Rijkaard. Su predecesor, que ganó dos Ligas y una Champions, trabajó en el club la presión asfixiante en el campo rival. Pep lo aprendió y lo complementó a su estilo. De este modo, el equipo se ha convertido en una máquina arrolladora que, por si fuera poco, esta temporada ha marcado 150 goles, un dato revelador.
Volviendo a los tiempos actuales, Guardiola se mostró muy contento con la consecución de la Liga. Es la tercera que el Barcelona conquista desde que el técnico catalán está al frente del banquillo del primer equipo. Ha sido un trinfo muy merecido, sólo queremos celebrarlo, disfrutarlo, celebrar fiestas, trabajar la final de Wembley y saborear el vigésimo primer alirón del Barça. Así se manifestó el entrenador culé.
También se mostró muy gratificado por el bienestar de la afición al haber disfrutado de su juego. Realmente, ése es su mejor regalo.
En referencia a las palabras del míster en las que cuenta que cada año es más difícil, esta temporada ha sido especialmente complicada para los jugadores del Barcelona. Se puede afirmar que la alegría por el título es doble al haber luchado con otros temas. Así lo indicaron los capitanes del equipo, Xavi y Víctor Valdés al concluir el encuentro en el Ciutat de Valencia: Este es el título más importante, el que premia la regularidad de todo un año, y nos ha tocado luchar contra muchas cosas. Quizá ha sido la Liga más dura, debemos estar orgullosos.
El club sufrió la repentina noticia de la enfermedad de Abidal que, adortunadamente, ha vuelto en las últimas semanas y ya lo podemos disfrutar ver corriendo como el que más. La noticia cayó como un jarro de agua fría en el vestuario azulgrana y las campañas solidarias en apoyo al lateral francés fueron muy numerosas. Dicho sea de paso, las acusaciones vertidas hacia ellos por parte de ciertos medios madrileños también provocaron un desgaste mental fuerte. Así se manifestó Xavi Hernández.
La temporada 2010/2011 será recordada por la resaca mundialista, el galáctico fichaje de Mourinho para hacer sucumbir al Barcelona, la manita en el Camp Nou, las quejas de Mou, el fútbol de calidad desorbitada que practicó el Barcelona, los cuatro clásicos, el balón de oro a Messi, el mal perder del Real Madrid y sus consiguientes quejas... En efecto, una temporada para recordar, sobre todo, si eres barcelonista. En tal caso, mi más sincera enhorabuena, querido lector.
Pero, colores aparte, lo mejor de todo es la sensación que experimentaremos aquellos que, en los años venideros, podamos decir: Sí, yo vi jugar al Barça de Guardiola. Sí, yo conocí al Pep Team.
Fuentes: SPORT, Mundo Deportivo y Página oficial del Fútbol Club Barcelona.
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