4 de mayo de 2011

Tornem a Wembley


España entera y todo el mundo se paralizaban delante de los televisores. Afortunadamente, el motivo no era la última hora a causa de una amenaza nuclear ni una inminente invasión alienígena. Los litros de cerveza corrían como regueros de pólvora en hogares, locales, pubs y restaurantes. Y es que la ocasión lo merecía. En escasos minutos comenzaba la vuelta de las semis en el Camp Nou. ¿Al frente? Un gran equipo como el Real Madrid...

Se trataba del clásico más cargado de los últimos años. Un pase a la final de la máxima competición continental estaba en juego. El 0-2 cosechado en la ida suministraba una sobredosis de tranquilidad y muchos apostaban porque el equipo culé pasara como un rodillo por encima de su eterno rival. Las declaraciones del entrenador del Real Madrid, José Mourinho, no hacían más que motivar a una afición cansada de lloriqueos, manipulaciones y absurdas ocultaciones de la realidad que empañan la gran superioridad y superlativo fútbol que practica el Fútbol Club Barcelona.

En esta ocasión, el Camp Nou no podia entonar al viento el famoso: Mourinho sal del banquillo, puesto que el técnico portugués, que fue sancionado en la ida por demostrar un comportamiento intransigente al cuarto árbitro tras la expulsión de Pepe, vería el partido desde el palco. No obstante, el luso prefirió ver el partido desde el hotel. ¿Caballerosidad o cobardía?

Y ésa fue la antesala del partido. El frío saludo inicial entre los jugadores no dejaba lugar a dudas que la tensión creada en los partidos anteriores se mantenía latente. El Madrid renunció desde el principio a la formación de trivote como consecuencia, en primera instancia, de la controvertida expulsión de Pepe el pasado miércoles en el Bernabeu. El Barça salió como siempre, es decir, tocando, tocando y tocando para ahogar al Madrid con su sofisticada presión, además de la calidad y precisión de sus pases en corto. El planteamiento del Madrid, por tanto, se alejaba del ofrecido en los tres clásicos anteriores y recordaba más al del 5-0 del mes de noviembre. Se jugó exactamente como no le gusta a Mourinho o, dicho de otro modo, atacando de primeras.


Messi protagonizó los desdoblamientos por banda, corrió como el que más, desbordó, puso en aprietos a su férreo marcador Ricardo Carvalho quien sólo lo podia parar por lo criminal, como diría Eduardo Inda. De las botas del argentino, nacería la ocasión de Villa que Casillas se las arregló para adornarse con una bonita palomita. El Real Madrid no encontraba su sitio en el campo, la posesión sonreia al Barcelona, el buen juego nos acompañaba y la ilusión por llegar a Wembley estaba inmersa en cada toque de balón de los jugadores del Barça.

El Madrid por su parte sólo podía esperar algún error de los azulgranas para atacar por banda por medio de la incuestionable velocidad de Cristiano Ronaldo, la calidad de Di María, y el oportunismo de Higuaín. El encharcado césped del Camp Nou, mojado por la lluvia torrencial que asolaba Barcelona, presenció en primera persona cómo el partido daba paso al descanso con un resultado gafas.

Sin embargo, los goles, la emoción, la hipotética épica y la polémica tenían reservada plaza para el segundo tiempo del partido. En ella el Barcelona permaneció fiel a su estilo pero, eso sí, con más profundidad que en la primera parte. En el primer minuto de la segunda parte, el colegiado belga Frack de Bleckere anuló un gol a Higuaín después de que Cristiano Ronaldo hiciera un fantástico control orientado en el centro del campo y arrancara a correr. El mediático jugador portugués cayó sobre el tobillo de Mascherano que, de este modo, se desestabilizó y perdió el equilibrio. La polémica estaba servida y la mecha de las protestas del madridismo se encendía cuán antorcha olímpica.

Pocos minutos después, apareció el de siempre. Andrés Iniesta sirvió un fantástico pase que encontró los pies del canario más culé, Pedro Rodríquez, y batía por bajo a Casillas. La piña de los jugadores en el enfangado césped culé abría de par en par las puertas de Wembley. Parecía raro pero en esta ocasión no era el Barça el que tenía que apretar en armonía con el cronómetro. Me explico. Hace dos años en Stamford Bridge y el año pasado ante el Inter, era el Barça el que tenía que acelerar los motores en unas semifinales para no caer eliminado. En Londres lo hizo Andrés; el año pasado no pudo ser pero esta noche se respiraba un tranquizante ambiente. Sí, era cierto. El Madrid tenía que correr por su propio interés.

Y metió la quinta marcha cuando, por medio de una fantástica jugada de Di María que dio en el palo, Marcelo anotó el empate tras la cesión del argentino a quien le favoreció el rebote. Sin embargo, entre patadas y juego agresivo, el Barcelona jugó a lo que sabe, incluso hizo algún rondo de tres jugadores en una baldosa que desesperaba a los madridistas. Uno de los artífices del juego duro fue Adebayor que entró por un desaparecido Kaká. El togolés repartió patadas que encontraron al más damnificado Messi. Por supuesto, vio la tarjeta amarilla, muy tardia a mi parecer. Si Mourinho se queja de que siempre acaban con diez, quizá debería trabajar mas el aspecto del juego agresivo. Con semejantes entradas, ningún árbitro puede permitir que te vayas de rositas...


Se notaba la jerarquia impuesta por Puyol, aunque fuera en el lateral, la soberbia calidad de Messi, la picaresca de Pedro... Casillas buscaba la cámara para expresar su inconformidad por las decisiones arbitrales, cacheteándose la cara. El momento especial tuvo lugar a dos minutos del fin del partido. Éric Abidal, operado de un tumor en el hígado un mes y medio atrás, entraba en el terreno de juego en sustitución de Puyol. El Camp Nou aclamaba la entrada del francés y sus compañeros igual. Fue uno de esos momentos que ennoblece este gran deporte. Estoy muy contento por haber llegado a la final de Wembley, pero sobre todo lo estoy por la gente. Así de agradecido se mostró el lateral francés; fue una alegría volver a verle vestido de corto.

Y sonó el pitido final. El silbato supuso que el júbilo saltara por los aires, que todos rieran y lloraran al mismo tiempo, que la felicidad se mezclara con la fina lluvia barcelonesa. Abidal voló propulsado por sus compañeros al cielo del Camp Nou, Guardiola saludaba a los aficionados con su mano a modo de visera. En suma, se respiraba felicidad y alegria por los cuatro costados en contraste con la resignación de los jugadores del Real Madrid que se marchaban abatidos y cabizbajos.

El señorío del barcelonismo se ocupó de respaldar el resultado que por humillar al rival. Han sido dias muy duros, por la final de Copa, por todo el trabajo realizado y por todas las horas de sueño empleadas. Todos: jugadores, entrenador, cuerpo técnico y utilleros formaron una simbólica piña en el medio del campo. Se impuso el fútbol por encima de las manipulaciones y se habló en el césped en lugar de hacerlo en los despachos. Luego se llevó a cabo la vuelta de honor. Esta vez no había copa que mostrar pero sí una invitación con la historia, una vieja amiga con la que tendremos una romántica cita en Wembley allá por el 28 de mayo.

El año pasado, Mourinho correteaba a sus anchas por el césped del Camp Nou, entre aspersores, celebrando el triunfo. Anoche, se quedó confinado en la habitación del hotel...

Anecdóticamente, el clásico de ayer fue el mas visto en la historia. Se contabilizaron más espectadores, incluso, que en la final del Mundial de Sudáfrica pero no se llegó al umbral de la final de la Eurocopa hace ahora tres años. El barcelonismo se sacó la espinita de la eliminación ante el Madrid en 2002 y se convierte en el primer equipo español que elimina dos veces al mismo equipo compatriota en una eliminatoria europea.. Un Madrid Barça de Champions no se ve todos los días y un equipo tan grandioso como éste no se ve todos los siglos.

Al respecto, el presidente del Barcelona, Sandro Rosell, declaró que han triunfado los valores del barcelonismo; mientras Pedro desea repetir la hazaña de 1992. En este ambiente de ilusión, la otra cara de la moneda nos ofrece a un equipo llorón con un mal perder que oscurece la categoria del Real Madrid. Los provocadores gestos de CR7 y de Mourinho, dos ganadores natos, no dejan lugar a dudas de que sólo les enseñaron ganar, de la otra parte de olvidaron total o parcialmente.

A finales de mayo, Pep y Zubi rememorarán viejos tiempo. Hace diecinueve años, contaban los tres peldaños para saltar al histórico Wembley que luego se convertirían en ventitrés para subir al palco a recoger la Orejona. Desde puestos técnicos diferentes, la historia se repite donde un buen día comenzó a cimentarse la leyenda del Dream Team, hoy reinventada como Pep Team.


El momento más emotivo se produjo cuando Éric Abidal ingresó en el terreno de juego tras haber sido intervenido de una anomalía en el hígado hace un mes y medio.

El fútbol vuelve a casa, ¿no?, añadió Pep Guardiola en referencia a la canción de la Eurocopa de 1996 celebrada en Inglaterra.

El rotativo francés más vendido y famoso en el mundo, L'Equipe, no pasó por alto el éxito del Barcelona y destacó especialmente a Andrés Iniesta a quien coronó como un pasador de ensueño.

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