7 de septiembre de 2010

Política madridista


Una vez escuché unas palabras de mi idolatrado Pep Guardiola que decían algo como: Más grande será la hostia. De esta manera, se refería a que no siempre se puede estar en la cima, en la cumbre. Visto así, se entiende que el fútbol es cíclico. Nos duela o no, eso es una realidad que hay que tener en cuenta si no queremos darnos un viaje frente a una loza de mármol.

Algo parecido ocurrió en el Real Madrid hace años. Con la llegada de Florentino Pérez en el año 2000 se vivió la primera era galáctica. Armaron golpes de estado, o de talonarios, según se vea. Se vivió una gran época en la que se desembolsaron setenta y dos millones de euros para fichar al mago francés Zinedine Zidane. Aunque, según fiables fuentes madridistas, valía la pena sacarse el carnet de socio para ver al divino calvo deleitando a propios y extraños con alguna frivolité.

La filosofía evolucionó desembocando en Zidanes y Pavones, es decir, en mezclar en la plantilla a balones de oro como el galo y jugadores de la cantera como, por ejemplo, a Pavón. Y los años nos han demostrado que la cantera no triunfó.

En 2003 se consiguió el último título de liga de dicha época y toda la paraeta comenzó a desarmarse. Tres años después, el Tito Floren dimitió como mandamás del club blanco y comenzó un periplo que, a día de hoy, ha llevado a los aledaños del Santiago Bernabeu hasta a siete entrenadores: Luxemburgo, López Caro, Capello, Schuster, Juande Ramos, Pellegreni y, actualmente, José Mourinho, ejemplo de saber estar.

En esos tres años (de 2006 a 2009) alcanzó la presidencia Ramón Calderón y, tras la dimisión de éste, Vicente Boluda. El primero de forma controvertida, y al segundo lo chorrearon en Liverpool. Además del paso efímeros de entrenadores, llegaron a la Casa Blanca jugadores con poca regularidad y otros que venían de estrella y finalmente se estrellaron. Recordemos, a modo de ejemplo, los sonados casos de Cassano, Robben, Faubert, Gravesen, Emerson, Drenthe, Sneijder y el recientemente marchado Van der Vaart. De hecho, en Marca compararon a Royston con leyendas como Seedorf, sólo basándose en el parecido físico. Lógica aplastante.

Tras el éxtasis deportivo del eterno rival, acudieron al Dios que los salvara. Entraba de nuevo en escena Florentino Pérez que sacó la billetera y se trajo a Madrid a Cristiano Ronaldo, Kaká, Benzema, Xabi Alonso, y a varios más.

No llegaban los éxitos. Se caía por sexto año consecutivo en la Liga de Campeones y fracasaba estrepitosamente en la Copa frente al Alcorcón. Estábamos en las mismas pero eso sí, con dosciento cincuenta milloncitos menos en la cartera. Si tal vez se apostara por la cantera...

En términos estrictamente futbolísticos, estamos frente a un equipo fuerte físicamente con grandes jugadores, entre ellos dos balones de oro: Cristiano Ronaldo y Kaká. Con semejantes personalidades llegan los resultados pero existe un problema de base. El Madrid incorpora anualmente a muchos jugadores. El problema de eso es que condiciona una falta de rodaje al equipo. Cada entrenador que llega se ve obligado a formar un equipo desde cero.

Por otra parte, no existe una idiosincracia que prevalezca hasta nuestros días. Partiendo de esquemas tácticos completamente distintos, los diferentes místers blancos cambian de sistema cada año.

Sin embargo, en el Barça no ocurre eso. Por eso, siempre estarán un peldaño por encima. El equipo culé puede presumir de ser un bloque unido y, más que eso, un grupo humano. Al Madrid la necesidad de renovarse, le hace retroceder un paso de la senda de los triunfos.

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